jueves, 21 de noviembre de 2013

te necesito



Intento echarme para atrás pero su mano apoyada en mi nuca (¿Cuándo la ha puesto ahí?) me empuja hacia él. Todo se mueve a cámara lenta y cuando sus labios están a punto de chocar contra los míos se cae para atrás y la arena le envuelve. Tardo unos segundos en darme cuenta de que lo que le ha tumbado ha sido un puño cerrado con fuerza. Un puño formado por largos dedos y una piel perfectamente bronceada que va pegada a un musculoso brazo.



Se me corta la respiración y me noto palidecer.



-¡Cómo vuelvas a ponerle un dedo encima sin su permiso te arrancaré los ojos y se los daré de comer a los buitres! ¿¡Me has entendido!?



Ahmes consigue levantarse de la arena y avanza hacia él con intención de pegarle pero Edfú simplemente le pega un rodillazo en la cara y lo deja inconsciente.



Entonces se gira, como si acabase de acordase de que estoy aquí. Parece quedarse sin nada que decir y eso es bastante inusual en él.



Mi estómago da un vuelco.



Parece un año o dos más mayor que la última vez que nos vimos pero por el resto sigue siendo el mismo. En sus ojos siguen habiendo dos noches que se están volviendo plateadas mientras el atardecer va avanzando.



-Grace…- Intenta decir



-¿Qué haces aquí, Horus?



La poca emoción de sus ojos  desaparece.



-Tú solías llamarme Edfú.



Tuerzo el gesto en una mueca de asco.



-Eso fue cuando no sabía quien eras realmente.



Ahora el indignado parece él.



-¿Y quién soy realmente, Grace?



Aprieto los puños y le respondo, furiosa:



-¡No me llames así!



No he usado ese nombre desde hace meses y  solo muy poca gente como Jeneret lo conoce, me niego a que él sea una de esas personas.



-¿Y como quieres que te llame?



Ahora vuelve a usar su estúpido tono arrogante de siempre. ¿Es que no entiende que quiero que se aleje de mí? ¿Que su presencia me hace daño?



-¡¿No quiero que me llames de ninguna manera?! ¡Lo único que quiero es que te alejes y me dejes en paz!



No espero su respuesta, me alejo todo lo que puedo campamento a dentro dispuesta a intentar dejarlo atrás. Hace dos años aprendí por las malas que no puedes enfrentarte a los dioses, tu única escapatoria es huir y esperar que no te encuentren. Pero al parecer ese no es mi caso por que enseguida noto el agarre de su mano en mi muñeca.



-¡Déjame en paz!



Sé que sueno como una niña pequeña malcriada pero no me importa, no me importa por que ahora todo lo que quiero es que se aleje de mí.



Edfú me hace girar para estar de cara a  él. Sus ojos ya están completamente de un tenue plateado, suspira y susurra:



-Por favor.



Inspiro aire y le aparto para seguir mi camino, pero le oigo decir detrás de mí:



-¡Te necesito!



Me quedo congelada en el sitio hasta que finalmente me veo capaz de decir lo que he tenido atascado en la garganta desde que lo he visto antes:



-¡PERO YO NO TE NECESITO A TI! ¡Eres el estúpido dios de la guerra, Horus! ¡Tú no necesitas a una maldita ladrona para seguir adelante!



De repente los dos nos estamos gritando mutuamente.



-¡Maldita sea, Grace! ¡Te necesito y no soy el único! ¡Todos te necesitamos, Egipto te necesita! ¡Tú eres mejor que esto!



-¡¿Si tan importante soy por qué no te molestarte en buscarme, en impedirme que me fuera?!



Decirlo me libera. Después de los tres meses que pasé en Philae aprendiendo y recordando lo único que podía pensar mientras estaba sola en las calles era en donde estaría él. Estuve convencida de que volvería, me convencí a mi misma de que sería capaz de perdonarle por lo que había hecho. Suena patético y lo sé, pobre chiquilla que todavía esperaba su final feliz.



También me doy cuenta de que estoy siendo una hipócrita y una egocéntrica al haber esperado esto, cuando fui yo la que se fue. Y a la larga prefiero haberlo hecho. Por eso no me alegra la idea de su regreso.



No me responde pero avanza hacia mí y me coge por las muñecas. Yo me muevo, liberándome y su mirada se vuelve dura, como si discutiera con una niña de cuatro años que no quiere irse a la cama, que es exactamente como me estoy comportando.



-¡Solo quiero que me dejes seguir con mi vida! ¡¿Es demasiado pedir?!



Edfú aprieta los puños y los baja hasta sus costados, frunce el ceño.



-¿Eso es lo que quieres, que me vaya y me olvide de ti?



Tiene el mismo tono de voz que aquel día en el que descubrí quien era. Parece triste.



Respiro hondo e intento parecer más fuerte de lo que realmente soy.



- Dentro de un tiempo yo olvidaré el color de tus ojos y tú habrás olvidado el mío.-



Me mira, con el ceño aún fruncido.



- Pero…



Suelto un pequeño gruñido. ¿De verdad no se da cuenta? ¿Cómo puede estar tan ciego? Finalmente, decido decírselo y que se aleje de mí (No sin antes hacer una broma sarcástica, claro)



- Mira.- Cierro los ojos, aspiro y espiro.- Tu me gustabas ¿vale? Y sinceramente no quiero volver a lo mism-



Seguiría explicando mis razones si los labios de Edfú no estuviesen sobre los míos.



Tardo un segundo en procesarlo y cuando lo hago me paralizo.



No puedo mover ni las manos ni las piernas, aunque estas me tiemblen un poco, solo sé que de algún modo tengo los ojos cerrados.



Es mucho más diferente a como sé que habría sido con Ahmes. Edfú tiene una mano posada suavemente en mi mejilla y no me presiona contra él obligándome a responder. También es muy diferente de cómo me había imaginado que sería con el propio Edfú.



Estoy tan concentrada en su mano en mi mejilla y sus labios sobre los míos que tardo en asimilar lo que está pasando, y cuando lo hago reúno las pocas neuronas que no están desmayadas de mi cabeza, le pongo las manos en el pecho y le empujo hacia atrás, lejos de mí.



Como debería ser.



¿No?




domingo, 10 de noviembre de 2013

Faraón



- Empezaré con una palabra- Ahmes sonríe de medio lado y juraría por los dioses que por lo menos un cuarto de su público suelta un suspiro.- Faraón.- Esa simple palabra hace que me incline hacia delante. La mayoría de nosotros ha cometido un gran robo pero solo unos pocos hemos podido robarle directamente al faraón.- Yo estaba en la calle robando tranquilamente como un buen ciudadano cuando ví a un soldado de la guardia solo. Amablemente le pedí prestado su uniforme y me fui a unirme a uno de los grupos que volvía a palacio.- Todos soltamos una pequeña risa. Tenemos bastante claro como Ahmes “pidió prestado” un uniforme.- Me colé en el palacio y robé algunas joyas y papiros.- Al decir papiros me mira con una mirada que claramente dice “luego hablamos”.- Y eso es todo.- Vuelve a sonreír de medio lado y sé que lo ha hecho completamente a propósito.
Puede que los más novatos no lo hayan entendido y se contenten con esta historia, pero a todos los demás nos ha dejado con la boca abierta.
No explica detalles, ni siquiera explica como consiguió salir del palacio y eso es lo más importante.
Alh, que está a mi derecha está a punto de abrir la boca para preguntar algo cuando Ahmes se levanta y se aleja del fuego. Inmediatamente los adultos empiezan a discutir.
- ¡Este chico siempre está igual!¡Solo cuenta la mitad de la historia y nunca llega a terminarla!-
-¡Jhek tiene razón!¡Qué los dioses nos asistan si ese muchacho nos cuenta alguna vez una historia completa!-
Todos empiezan a discutir y hay un par que piensan levantarse e ir a pedirle explicaciones, así que agarro del brazo a uno y le digo:
 -Dejadlo. Ya voy yo.- Pretendo poner un pequeño tono de amenaza en mi voz, que consigue su propósito cuando ambos se apartan y me dejan ir tras Ahmes.
La primera vez que estuve en el campamento todo el mundo me trataba como si no existiese, y los que sí me trataban como a una mascota, ahora podría pedirles que se arrodillaran e incluso el más hombre me obedecería. Supongo que me gusta la sensación.
De todos modos, entiendo a Ahmes. Que a todo el mundo le interese más tu historia que la suya propia es un poco agobiante.
Le alcanzo cuando se detiene detrás de un pequeño edificio donde se guardan las conservas y los bálsamos, siempre me ha gustado este lugar en concreto, lo único que hay delante es desierto. Ningún edificio, ningún guardia, ningún recuerdo.
Me siento a su lado y le observo de perfil, es guapo, bastante, y lo peor o mejor es que el es consciente de ello.
Él se gira para mirarme a la cara
-gracias por no dejar que uno de esos cuarentones bigotudos viniera a echarme la bronca.- Me agradece mientras sonríe de medio lado.
Yo suelto una carcajada ante su descripción de los ladrones veteranos y finjo estar horrorizada
-¡Por supuesto que no! ¡Podrían haberte cortado los dedos uno a uno!- Majt amenazó con hacerle esto a un novato hace unos dos meses cuando le llamó gordinflón.
Ahmes suelta una carcajada y acto seguido dice:
-Eres preciosa.-
Pego un pequeño brinco con la sorpresa, creyendo haber oído algo mal.
-He dicho que eres preciosa, sin duda alguna la chica más atractiva de todo el campamento.-
En vez de halagarme su cumplido me mosquea un poco. ¿Preciosa? No me habría molestado si no lo hubiese dicho como si yo fuese una esmeralda incrustada en un collar de oro.
Él ve mi expresión y rápido dice:
-Hey, ¿He dicho algo malo?-
Sacudo la cabeza, en un absurdo intento de tranquilizarme.
-No, estoy bien.-
Sonríe de medio lado, aunque ahora no me resulta tan atractiva.
-Menos mal, por que si no, no podría hacer esto.
Y se inclina para besarme.
Espera ¿Besarme?

jueves, 5 de septiembre de 2013

Ahmes



Llego al campamento cuando el sol ya se está ocultando, pero está todo lleno de gente. La mayoría me saludan al pasar, he estado viviendo aquí algunos meses así que la mayoría me conocen. Voy andando por la calle principal y ,por el rabillo del ojo, puedo ver a Nuaj y Ram intentando estafar a unos recién llegados para que se gasten su dinero en sus trucos. A la izquierda, en la entrada de la armería, esta Jent , una niña de Cinco años, jugando con unas muñecas de trapo que alguno de los mayores han debido de conseguirla. Detrás de algunos puestos que hay donde venden comida y ropa, está Reqa haciendo una competición de malabares con cuchillos contra un tipo bastante grandote que no había visto antes pero que parece llevarse muy bien con ella. Y luego le veo a él. Ahmes. No se le ve a menudo por el campamento. Es como un fantasma. Aparece y desaparece. Está apoyado en una de las muchas columnas que hay aquí que alguna vez pertenecieron a un templo. Al verme pasar me sonríe de medio lado y yo le devuelvo la sonrisa mientras sigo mi camino, aunque sé que su mirada sigue posada en mí. Sonrío para mis adentros mientras aparto la sábana que cubre la entrada de la “oficina” de Jeneret. Ella está sentada en frente de una mesa de madera algo vieja, escribiendo un papiro. Muy pocas personas que no son escribas  saben leer y/o escribir, Jeneret es una de ellas, ya que su padre sí era un escriba y la enseñó cuando era pequeña, y yo sé hacerlo por que mi madre me enseño a los diez años. Ella debe de estar escribiéndole a los infiltrados en palacio. Cuando me oye entrar para de escribir y me mira, mientras me sonríe dice:
-¡Grace!, ¿Qué haces aquí?-
Como respuesta le pongo la bolsa con los collares en la mesa. Jeneret y yo hicimos un trato hace cosa de tres meses, yo me quedaría las joyas que más me gustaban y el resto se las daba a ellos para que las repartiesen entre la gente pobre.
Coge la bolsa y mira dentro. Saca el amuleto de Horus y dice:
- Es bonito ¿No lo quieres?-
- No es precisamente de mi agrado.-
Ella se encoge de hombros y lo vuelve a meter en el saco.
- ¿Dónde has estado todo este tiempo? Se te ha echado de menos.-
Me acusa ella.
-He estado ocupada.-
Por supuesto no voy a decirla que lo que realmente he estado haciendo ha sido intentar vender mi amuleto del ojo de Horus, aunque no haya nadie que haya querido comprarlo después de ver la inscripción de detrás,  por que según ellos estaba “maldito”. En fin.
- Creo que deberías quedarte unos días al menos, Grace.-
Jeneret ya no es la chica alegre y jubilosa de hace dos años, ahora tiene ojeras casi todos los días y a veces el estrés la hace parecer mucho más mayor de lo que realmente es.
Y como si así pretendiese convencerme, añade:
- Y además también Ahmes ha llegado hoy y se quedará durante un tiempo.-
- Ya lo he visto.-
Ella suspira, como si estuviese tratando con una persona realmente estúpida.
- Deberías ir a hablar con él y-
- ¡Jeneret!-
- Vale, vale.-
- Yo no tengo tiempo para esas cosas, ya lo sabes.-
Ella pone los ojos en blanco y contraataca.
- ¿Y qué me dices de ese chico con el que viniste la primera vez? Parecías tener mucho tiempo para él-
Noto la sangre subiendo a mis mejillas, y procuro estar mortalmente seria cuando la digo:
- Entre él y yo no pasó, pasa ni pasará nada.-
Vuelve a suspirar y dice:
- Bueno, cariño, lo que tú digas. Pero lo de quedarte va enserio, tienes que descansar.
Acepto a regañadientes y salgo de la tienda para ir a montar la mía.


Cuando termino me reúno con los demás alrededor de una gran fogata que encienden todas las noches, donde cuentan sus hazañas mas nuevas y los robos más exquisitos que han cometido. Yo tengo un cuchillo en la mano derecha y me estoy limpiando la arena de las uñas, así que no les presto mucha atención hasta que oigo que Bess, uno de los ancianos que se han instalado aquí después de “jubilarse”, dice:
- Y tú, Ahmes, ¿como te ha ido últimamente?-
A Ahmes la respuesta le sorprende,  igual que a mí, él es un chico reservado y misterioso que no suele compartir sus historias, y eso es lo que le hace más interesante para todos, especialmente para las ladronas adolescentes. Y no es solo la conducta de Ahmes, pero aunque este mal  que yo lo diga, él es muy guapo. Tiene el pelo del color de la arena de la playa y los ojos castaños con reflejos dorados, lo que le hace aún más exótico. Aquí en el desierto, la mayoría tenemos el pelo negro o muy oscuro, pero el suyo es casi rubio, y la mayoría también tenemos los ojos oscuros, así que sus ojos claros realmente triunfan. Si Edfú estuviese aquí,  la gente caería rendida.
Sacudo la cabeza, no debo pensar en Edfú, mucho menos en sus ojos.
Ahmes parece recuperarse de la sorpresa y , con la luz de la hoguera provocando destellos dorados en sus ojos, comienza su historia.


sábado, 31 de agosto de 2013

Dos años después




Estoy escondida en un callejón oscuro de Menfis. Veo la sombra que estaba esperando y “accidentalmente” me choco con la mujer que pasaba por delante.
-Oh, disculpe- exclamo con la voz más convincente que puedo.
- No pasa nada, joven.- Aunque por su tono de voz queda claro que la doy asco.
Cuando se agacha para recoger un anillo que se había desprendido de su dedo por un momento puedo ver los numerosos collares e oro y piedras preciosas que lleva debajo de esa capa que aparenta ser humilde, aunque con la calidad de su capa una familia del pueblo podría comer durante un año, nunca engañaría a nadie. Mis contactos me habían informado que una familiar cercana del faraón, s hermana mayor, iba a cruzar la ciudad esta noche y yo he estado esperando este momento durante tres horas.
Coloco mi bolsa en el suelo, aparentando que es demasiado pesada y repentinamente se me doblan las rodillas.  La mujer no tiene más remedio que sujetarme para que no la derribe a ella también, la paso los brazos alrededor de los hombros y el cuello, haciendo que me sujeto, y discreta y rápidamente la desabrocho todas las joyas mientras empujo mi bolsa hasta debajo de nuestros pies, así cuando caen el sonido se amortigua.
Cuando he terminado me aparto y miro a la mujer.
-Lo siento, me he mareado.-
Ella se aparta de mí, aún más asqueada que antes. No me sorprende su conducta, todos los nobles tratan así a los plebeyos, aunque sí me enfada un poco, en vez de ofrecerlos ayuda huyen, temiendo ser contagiados por alguna enfermedad.
Cuando desaparece por una esquina recojo la bolsa y vuelvo al callejón.
Cuando me aseguro de que no hay nadie cerca, abro la bolsa. Dentro hay cinco collares de oro y lapislázuli. Al mirarlos con más atención a la luz de la luna puedo distinguir que uno tiene el nudo de Isis, otro las alas de Nejbet y el resto son simples piezas de joyería de decoración. Cuando estoy a punto de irme por donde he venido, veo un destello dorado que me hace retroceder. Hay un collar que se me ha debido caer antes en el suelo, estoy a punto de cogerlo hasta que me doy cuenta de que está compuesto, principalmente, por un enorme Ojo de Horus de oro. Una mueca de disgusto se dibuja inconscientemente en mi boca, pero aún así decido llevármelo, venderlo equivaldría a un año de comida y bebida para tres familias. Lo cojo con la punta de los dedos, como si estuviese a punto de explotar y lo meto rápidamente en la bolsa.
Miro a ambos lados para asegurarme de que no hay nadie que pueda verme y vuelvo al callejón. A mitad de camino me detengo y presiono un ladrillo de la pared. La puerta se abre y entro en los pasadizos. Al menos aquí abajo hace más calor que arriba, me estaba congelando. Lo malo de los pasadizos es que no hay nada que los alumbre y esto está más oscuro que la boca del lobo. Cuanto me gustaría tener una linterna, el inconveniente es que todavía no se han inventado.
Chasqueo los dedos y de la palma de mi mano surge una llama completamente rojo granate que se mueve entre mis dedos y me alumbra el camino. Desde los ocho meses que llevo recorriendo los túneles a nadie se le ha ocurrido la idea de poner antorchas, aunque ahora que lo pienso los túneles recorren el subsuelo de todas las ciudades importantes y las conecta entre si, así que supongo que sería algo difícil alumbrarlo todo, sin contar que las paredes y el techo están cubiertos de goteras y hay demasiada humedad en el aire. De lo más acogedor.
Me detengo al encontrar la puerta que estaba buscando. Cuando salí del templo de Isis solo me quedaron dos opciones, hacer lo que hago ahora o esperar en la calle a que los guardias del faraón me encontrasen, así que elegí la primera, y con todo el conocimiento que había aprendido en Philae pude encontrar esto y aprender a orientarme.
Apoyo las manos el símbolo de la rosa del desierto que está tallado en la puerta y digo:
-Otreised.-
La puerta se abre, y me cae arena en la cara.
Estoy prácticamente segura de que para construir estos pasadizos se utilizó magia, por que la pared que yo he atravesado estaba en una pared lateral y salgo por una trampilla en el suelo.
El sol me da en la cara y por un momento no veo nada pero cuando mis ojos se acostumbran , puedo ver que estoy en una pequeña cueva con una gran abertura que da al desierto.
Me sacudo de encima la arena que me ha caído y empiezo a andar, esperando llegar al campamento antes de que anochezca.


domingo, 25 de agosto de 2013

CAPÍTULO 6- ÁNGELA




-Bueno listilla, ¿y cómo piensas salir?
-Fácil.-respondo yo, con aires de superioridad. Grace no dice nada más porque sabe que no le voy a decir nada más y también sabe que pronto lo descubrirá. En diez minutos llegamos a nuestro destino. Es un gran castillo negro. En cuanto Grace lo ve dice:
-¿Hades?-parece algo nerviosa.-Pero Ángela, si nos descubren estamos muertas.
-Me da a mí que no estás nerviosa por eso, Grace.-le digo. Grace se sonroja y ya no dice nada más. Una vez en el portón del castillo unas sombras con figura humana nos escoltan hasta el patio principal.
-Grace, Ángela, os esperaba.- de entre las sombras sale un chico que aparenta dieciséis en edad humana. Tenía un aspecto bastante exótico: los ojos azules, con una especie de cosa dorada en el centro (como nunca había estado cerca no sabía muy bien que era), el pelo negro, era alto y moreno, cosa que era poco común en el infierno (ser moreno, no ser alto, y también como Grace era morena aparte de belleza también era exótica). Pero lo que más aspecto extraño le confería eran sus alas grises. Sí, grises. Y no me voy a poner a decir adjetivos filosóficos como grises como el cielo anubarrado o grises como la ceniza y mucho menos grises como el mar enfurecido porque no soy de esas. Sus alas son grises porque es la unión de un ángel y un demonio. Estas uniones no son muy frecuentes pero suceden. Normalmente los hijos de esta unión salenmás tirando a ángeles que a demonios y los llaman medio-ángeles. Pues bien, a este podríamos llamarle medio- demonio. Nos podrían matar porque Satanás piensa que salió más ángel que demonio. Y hay unas siluetas negras fuera porque estas uniones salen sin capacidad y Hades se ha entregado a la magia negra. Y se llama Hades por lo mismo que yo. No decidió su nombre.
-¿Nos esperabas?-pregunta Grace, entre extrañada y nerviosa.
-Oh si, querida. He adivinado que teníais cierto interés por un alfeñique que traspasó la frontera. Pues bien, el muy estúpido se ha dejado atrapar. Ahora mismo está golpeando una puerta de hierro. Se debe pensar que es muy fuertote. Y también puedo ayudaros a salir del inframundo. Pero….
-Pero no lo vas a hacer gratis.-concluyo yo.
-Ahí le has dado, guapita.-al oír eso Grace pierde toda su inseguridad y salta:
-Oh si, por supuesto que lo va a hacer gratis. Me debes una desde lo de Santa Mónica.
-Oh, vamos, si lo de Santa Mónica no fue culpa mía.-contesta Hades, indignado. Yo sigo la conversación como un partido de tenis (que por cierto, no sé lo que es, pero me acuerdo de haberle oído la expresión a alguien).
-Vamos, Hades, claro que fue culpa tuya. Aquel ornitorrinco ni podía estar ahí ni ser tan agresivo.
-¿Qué pasó en Santa Mónica?
-No preguntes.-responden a la vez.
-¿Entonces?-Grace cruza los brazos y mira a Hades. El duda unos instantes. Entonces resopla y dice: está bien, lo haré gratis. Pero con una condición. Le miramos expectantes hasta que dice.-debéis llevarme con vosotras.

lunes, 19 de agosto de 2013

Todo el mundo quiere una gran boda

Nota: Antes de nada, LO SIENTO MUCHÍSIMO, mi ordenador se había roto  y no podía escribir en otro sitio. Pero ahora que está arreglado esto va a llenarse de capítulos y fan fictions, wajajajaja.




Una luz me golpea de lleno en la cara y abro los ojos. Lo primero que veo es una lámpara de aceite, que estoy bajo tierra y encerrada.
-Oh, fabuloso.- pienso en voz alta
Llevo días sin comer y ahora estoy encerrada en cualquier sitio; esto es hospitalidad y el resto son tonterías.
Estoy cabreada y lo único que se me ocurre hacer es pegarle un puñetazo a la pared. Hecho el brazo hacia atrás y golpeo. Me arrepiento al instante. No me importa el dolor y la seguridad de que me he roto un par de dedos,  de lo que me arrepiento es haber hecho exactamente lo mismo que Edfú hizo. Intento relajarme y  cuando lo consigo, noto un fuerte dolor en la mano y noto que me sangra. Estoy a punto de rasgar los bordes de mi sucio vestido para intentar tapar las heridas cuando la puerta que me separa de el mundo exterior se abre y puedo ver a un hombre con la misma estructura física de Kebos, aunque mucho  menos amenazante. El hombre, al ver mi mano, hace un sonido de desagrado con la boca y me agarra del brazo, empujándome por unas escaleras de piedra que suben arriba.
-¡Hey!¡Suelta tus grasientas manos de mí!- Le grito, llena de furia.
Él no me responde y su agarre es demasiado fuerte para que pueda intentar escapar, así que me dejo llevar.
El matón me lleva a una sala blanca y bastante iluminada donde hay un montón de chicas cosiendo un vestido precioso. Debe ser que no se le da muy bien hablar con las personas, así que se limita a soltar un grave:
- Curadla y preparadla.- Y se marcha
¿Prepararme?¿Prepararme para qué?
Desgraciadamente la respuesta llega enseguida.
- Es usted la afortunada, joven- me dice una mujer más mayor que las demás-. De todas las pretendientes, el faraón la ha elegido a usted.-
La mujer lo dice como si fuese algo por lo que alegrarse, pero a mi me han entrado ganas de vomitar.
Van a casarme.
Seguramente me casen con un hombre que me triplique la edad.
Definitivamente, los dioses me odian. Al menos ya puedo usar esta expresión y saber que es cierta.
Las chicas me lavan las heridas y me peinan (Es sorprendente la cantidad de arena que he podido almacenar en mi cabeza) y cuando terminan, me visten.
Llevo un vestido ajustado color papiro debajo de otro más ancho y blanco. Llevo tantas joyas encima que me cuesta mantenerme recta. Collares De oro y lapislázuli, esmeraldas y rubíes… Cualquier chica mataría por estar en mi lugar pero yo solo quiero irme de aquí y volver a casa. A no, que no tengo. Que inconveniente.
No me creo que me vayan a casar con quince años y no me creo que mi suerte sea tan condenadamente mala.
Cuando el hombre vuelve para llevarme al patio para la boda le lanzo puñetazos, patadas, pataleo, grito, pero hay algo que tengo claro que no voy a hacer.
No voy a rezar.
No voy a proporcionarles esa satisfacción.
Cuando el soldado consigue sacarme al patio abro la boca, impresionada. A mi alrededor todo está decorado con flores blancas y el aire huele a jazmín. Con todo el oro que hay a mi alrededor podría rellenar una pis-. Meneo la cabeza, no recuerdo con qué iba a compararlo. Hay halcones posados en todos los tejados y columnas, hay por lo menos cincuenta de estas aves rapaces. También hay algunas grullas sueltas por el patio, y por el rabillo del ojo distingo a un chacal negro escondido en las sombras, aunque desconozco como ha entrado.
El guardia me lleva hasta un altar de madera donde me espera un hombre vestido con el tocado de faraón. Aunque no creo que pueda llamarse “hombre”, ya que debe ser por lo menos cinco años más joven que yo.
Miro al guarda con una mirada de – Me estás vacilando ¿no?- Pero él simplemente me ignora. Alzo la cabeza, dispuesta a no dejar que nadie note que me tiemblen las piernas.
Antes, cuando esas mujeres me estaban arreglando, he oído un trozo de conversación en el que mencionaban que tendrían que hacer un ritual especial por el amuleto que llevo al cuello. Amuleto que ,por cierto, pienso tirar en cuanto consiga salir de aquí.
Un hombre con la cabeza rapada y una piel de leopardo sobre los hombros se acerca al altar y se arrodilla ante el niño que hay a mi lado. Cuando se levanta abre los brazo al  cielo antes de decir:
-¡Oh, Gran Dios Horus! ¿Aceptas esta unión?-
Lo único coherente que me pasa ahora por la cabeza es:
-Como al Gran Dios Horus se le ocurra, alguien le va a dar al Gran Dios Horus una patada en su culo de halcón.-
Aunque no me da tiempo a pensar nada más por que en este preciso instante un símbolo, el mismo que el de mi collar, cae en un color rojo desde el cielo y se desvanece antes de tocar el suelo. Detrás del primero caen más simbolitos que yo no sé leer, aunque por la emoción de los presentes deben significar algo parecido a  <Todo guay>. Cuando las imágenes ya se han disuelto en el aire el hombre de la piel de leopardo, que supongo que será un sacerdote, mete la mano en un cuenco de agua y después repite el proceso con el niño y empieza a cantar.
No le presto atención, noto como si una mano helada me estuviese apretando las entrañas. Voy a tener que pasarme los diez próximos años criando a mi marido.  El que por cierto todavía no ha abierto la boca.
La ceremonia termina y el guardia vuelve a cogerme del brazo para guiarme entre los pasillos del patio exterior. Noto un movimiento a un lado y giro la cabeza para ver desaparecer al chacal por una puerta lateral que da al exterior.
Una puerta lateral que nadie vigila.
Veo mi oportunidad a la libertad. Miro a los lados y veo que no hay nadie alrededor, entonces agarro con las dos manos una de las muñecas del guarda y lo lanzo al suelo. Su cabeza choca contra la piedra y se queda inconsciente. Siento una fuerza oscura dentro de mí, oscura y poderosa, pero desaparece tan rápido que debo habérmelo imaginado.
Corro.
Corro todo lo que puedo hasta mezclarme entre la gente del pueblo, deshaciéndome de todas las joyas que me han dado en el palacio por el camino. Y sigo corriendo hasta que estoy a las puertas de Philae.
Me apoyo en una de sus columnas laterales e intento recuperar el aliento y asimilar la situación. Me levanto de golpe.
Todo es por su culpa.
El cerdo asqueroso de Edfú.
Empiezo a gritar todo tipo de cosas, y aunque no recuerde a mi madre estoy segura de que me mataría si me oyese ahora mismo.
Cuando ya voy a empezar con la siguiente ronda de insultos, una voz femenina , extrañamente familiar, me interrumpe:
-Por lo que veo, no le tienes mucha estima a mi hijo.-
Me giro, dispuesta a enseñarle en que estima la tengo a ella, pero la mujer me pone una mano en el hombro y me tranquilizo. La dejo que siga hablando, repentinamente se me ha pasado todo el enfado.
-Yo soy Isis, entra en mi templo, portadora, y aprenderás nuestras artes más secretas. Entra y déjanos enseñarte la verdad.-
Ella entra en el templo, y yo, la sigo

sábado, 3 de agosto de 2013

Capítulo 5- Gabriel


Esto de hacerse humo no es muy cómodo que se diga. Vosotros pensaréis: “Ala, que chupi guay, se convierte en humo. Pero no. Es como si te metieran en una batidora hasta que no quedase nada más de ti que líquido, y después te esparcieran por toda la cocina. Y eso no mola. Me han dicho que cuando me acostumbre será mucho menos doloroso. El problema es que todavía no me he acostumbrado, por lo que intento usarlo lo menos posible. Ya he hecho mi petición de entrar en el cielo, y en cuanto den por hecho que soy un ángel, me dejarán entrar. Esto podría tardar varios días, pero lo único que me preocupa es que Grace y Ángela salgan del infierno y me vuelvan a capturar. A ver, la ciudad de los humanos no es el cielo, pero de todas maneras es mucho mejor que el infierno. En cuanto les hube quitado el carbón a mis alas en un río un poco apartado de la ciudad, las oculté. Después, tuve que sustituir la ropa demoníaca que llevaba (simplemente ropa negra, y en los ángeles simplemente ropa blanca) por la típica humana porque la gente empezaba a mirarme raro.Ahora paseaba por la ciudad humana. El nombre de esta en concreto no lo recuerdo, pero como no me van a hacer un examen de esto, me da igual. Me he parado en un mirador que da a la montaña y que es precioso. Los humanos a mi alrededor también disfrutan del paisaje. Hay una familia haciéndose fotos, una pareja disfrutando de un momento romántico, unos niños jugando al pilla pilla… En resumen, humanos pacíficos. Este lugar es muy relajante, y no me doy cuenta de que todos los humanos se han ido ya hasta que se pone el sol. Paso toda la noche paseando por este pintoresco pueblo. Es muy mono. Hay casas grandes y pequeñas, azules o amarillas… No hay ninguna igual. Mientras paseo por el pueblo pienso en mi casa. Extraño a mi familia: mi madre, tan atenta y servicial, mi padre, tan trabajador y… y eso es todo, mis dos hermanitas, tan… En fin, no soy muy bueno con los adjetivos. Si fuese normal pensaría en donde paso la noche, pero claro, no lo necesito. Veo un pequeño bar y decido entrar. Parece estos típicos sitios donde la gente que se aburre va a pasar la noche. Y debe serlo porque yo acabo de entrar. Ah, y también porque fuera hay un cartel de “Abierto veinticuatro horas”. El sitio está lleno de humanos no pacíficos: hay una pareja enrollándose en uno de los sofás empotrados, un chico amenazando a una chica… Pero lo que más llama la atención es un cúmulo de humanos armando escándalo y dos en el centro peleándose. Resoplando, me siento en una silla. Ya sé que debería parar todo esto, pero estoy en minoría. El lugar está lleno de humo de tabaco y algo que huele a limón podrido. En vista de este horrible sitio, decido volver al mirador. Aunque no haya nadie, es mucho más seguro que esto. Voy a salir de ese horrible lugar cuando se me cruza una humana. Lleva uno de esos cigarrillos que huelen a limón podrido en la boca. Va vestida con una falda cortísima (tanto que podría usarla como cinturón) y una camiseta de tirantes que deja a la vista su ombligo y con un escote de un palmo, al menos. No entiendo la manía esa que tienen los humanos de mostrar la mayor parte de su cuerpo. Apoya la mano en el marco de la puerta, justo para cortarme el paso, y con la otra mano coge el cigarrillo.
-Hola, guapo.-dice con voz melosa.- ¿Adónde vas tan deprisa?
-Lejos de ti, estúpida humana.-la chica alza las cejas, y dice:
-¿Humana? ¿Por qué? ¿Acaso tú no eres humano?-yo río.
-No te gustaría que respondiera a eso.-la aparto de un empujón y salgo. Por fortuna esta humana no me sigue, sólo dice:
-Muy bien, guapo, tú te lo pierdes.-oh sí, pienso. No sé lo que me pierdo. Ahora mismo lo único que necesito es un hotel donde Grace y Ángela no me encuentren. Hay un pequeño hotelito y decido entrar. Llevo un poco de dinero encima, el Jefe Chiflado me lo dio por si acaso. Pago para una noche y recojo la llavecita que la recepcionista me tiende. Es baja y rellenita, pero tiene cara amable. Subo las escaleras y llego a un pasillo largo. Miro la tarjeta que la recepcionista me dio junto con la llave. Habitación 104. Avanzo por el pasillo hasta llegar. No parece haber nadie en todo el hotel, pero no me extraña porque no es época de vacaciones y es un pueblecito muy pequeño. Abro la puerta y entro. Estoy en un cubículo de unos cinco metros cuadrados, pero eso no me molesta. Lo que me molesta es que no hay ningún mueble en la habitación. De pronto me doy cuenta de lo que pasa pero antes de que pueda salir la puerta se cierra a mis espaldas. Estoy atrapado.











capítulo 4- Ángela

CAPÍTULO 4- ÁNGELA

 Eh, bueno, lo primero, os estaréis preguntando como hice eso de cambiar la cara. Un efecto óptico. Los demonios somos así de avanzados. Bueno, continuemos. Salgo hecha una furia de mi casa-habitación. Me encontraron cuando era pequeña en un agujero, como si fuese un meteorito. Me tuvieron en un centro de acogida. Como bien sabéis, los demonios no son compasivos, por lo que aquel centro de acogida era único en el infierno y también era horrible. Cuando cumplí 278 años, me escapé. Estuve vagando durante mucho tiempo como una vagabunda (no lo he hecho aposta), hasta que encontré esta casucha. Estaba medio derrumbada y llena de ratas, pero con el paso del tiempo fui restaurándola. Después, gané aquella competición de velocidad (he de decir que sin despeinarme) y conseguí dinero suficiente para decorarla. En fin, a lo que íbamos. -¡Ángela! ¡Espera! -Le odio.-mascullo. -¿Q ué? -¡LE ODIO! -Pues claro que le odias, para eso eres un demonio. -Sólo soy el amago de eso. Además, ¿Por qué está todo el mundo con lo mismo? ¿¡NO HAY ORIGINALIDAD EN ESTE PLANETA O QUÉ!?-grito a todo pulmón. -Es que, cariño, ya sé que soy tu amiga y todo eso pero… anda que ponerte Ángela… Es decir, ¿Qué clase de demonio le arruina la vida así a su hijo?-dice, hiriente. La fulmino con la mirada y ella se encoge de hombros. Sí, cuando me encontraron en el cráter había también una tarjetita en la que ponía Ángela. Casi me matan por eso. Los majísimos de mis padres no se les ocurre mejor idea que primero abandonarme y encima hacerlo con una tarjetita con el nombre de sus ancestrales enemigos. Esto del amor paterno nunca lo he entendido. -No es mi culpa tener el nombre que tengo ¿no? A ver, soy un demonio, ¿por qué lechugas iba yo a querer llamarme Ángela? Así que, o la gente empieza a ser más avispada y a comprender que yo no elegí mi patética existencia, o aquí va a haber heridos. -Bueeeno, antes de que sea yo la herida, podemos volver adentro. Los ángeles son criaturas listas. Se dará cuenta de un momento a otro de que las cadenas son de plástico. Yo río. -Pues no deben de serlo, porque ha roto las del pecho y le ha dado igual.-Grace suspira y luego contesta: -Su ego, ese es el gran problema de los ángeles. Se cree que ha roto las cadenas porque es muy fuertote.-luego niega con la cabeza, como quien habla de un niño que le ha vuelto a decepcionar pintando las paredes con las ceras de colores. Nos volvemos a dirigir a mi casa-habitación, entre risas y bromas sobre los ángeles. Las risas se acaban cuando llegamos allí y vemos que el ángel se ha escapado. Grace maldice por lo bajo. -¿Qué? ¿Qué  pasa? -Su capacidad. Debe de haberla usado para escapar. Pero lo más lejos que puede haber llegado es a la superficie, al mundo de los humanos.-yo sonrío de medio lado. Grace me ve y dice:-No no vamos a… -Oh sí, querida amiga. Vamos a salir a la superficie. A ver si encontramos a ese ángel, y a ver si por fin pruebo las galletas saladas.

miércoles, 31 de julio de 2013

Locura



El gigante sobre humano en el que se ha convertido Edfú no tiene problemas en acabar con todos los atracadores, aunque no hace falta, en cuanto lo ven salen corriendo, despavoridos. Noto la sangre palpitando con fuerza en cada centímetro de mi cuerpo y lo único que puedo pensar es:
No. No, por favor, él no. Es lo único que tengo, por favor él no.
Pero resulta demasiado obvio que la suerte no está precisamente de mi parte. Sigue delante de mí, imponente y aterrador.
Por mi mente solo corren pensamientos sobre él.
Horus.
El dios de la guerra.
El mismo que le rebanó la cabeza a su madre por una simple rabieta.
Y ahora ,me doy cuenta de que tengo miedo.
Cuando las figuras de los asaltantes son ya un simple borrón negro quién yo conocía como Edfú por fin se gira y me ve mirándole, con los ojos muy abiertos y húmedos. Se ha levantado un fuerte viento que me remueve el pelo y me lanza arena. Pero esa, ahora mismo, no es mi mayor preocupación.
La reacción de Edfú al verme tirada en la arena con los ojos como platos no es la que yo me esperaba. No parece enfadado, parece… Triste.
Si, triste es la palabra.
Y eso me enfurece. Él no tiene derecho a estar triste, me mira como si su mascota se acabase de escapar. Ya no siento miedo alguno. Ahora solo quiero salir huyendo de aquí y , de alguna manera, acabar yo sola mi viaje, me basta con que se aleje de mí lo más lejos que pueda.
Me levanto a trompicones y me alejo de él. Me ve, e intenta avanzar hacia mí y cogerme la mano pero yo sigo avanzando hacia atrás. HA vuelto a su aspecto humano, aunque preferiría que no lo hubiese hecho por que me resulta mucho más doloroso mi me mira de esa manera.
No puedo pensar con claridad y mucho menos formar una frase completa, solo alcanzo a decir:
-Tú…-
Intenta cogerme la mano otra vez, pero yo le aparto.
-Grace…-
Hecho a correr lo más rápido que puedo, con lágrimas en los ojos y gritando:
-¡ALEJATE DE MÍ, MONSTRUO!-
Corro todo lo deprisa que puedo para alejarme, y él ya no intenta alcanzarme.
Todo lo que tengo claro ahora es que los dioses existen  y ellos me han hecho esto, ellos me han quitado la memoria.
Y ellos me la van a devolver.



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Hace dos días que descubrí que el chico en el que confiaba era un dios. Hace dos días que tampoco como nada y bebo solo un tercio de litro al día de una cantimplora que llevaba colgada cuando me fui. Hace aproximadamente un día y medio que un estúpido pájaro no para dar vueltas encima de mí, como si estuviese esperando a que me muriese para poder comerse mis restos. Hace una hora que he decidido que si desciende un poco más lo mataré y me lo comeré
Me siento increíblemente sola.
Estoy en medio de la nada con la única compañía de un pájaro carroñero y una cantimplora a la que he decidido llamar Gladis..
También me siento como una loca.
Supongo que es lo que estoy empezando a ser, contando con que acabo de descubrir que los dioses existen y me tienen una manía especialmente mala.
Una enorme punzada de dolor me sacude entera, me pasa desde hace aproximadamente 12 horas. Dudo que tenga algo roto o que me duela realmente,  simplemente tengo hambre. Tengo un nudo en la garganta que me impide tragar con facilidad, aunque tampoco es que lo necesite, no consumo el líquido suficiente para poder producir saliva, con lo que tengo la boca igual de seca que el desierto que me rodea. Miro hacia arriba, el pájaro sigue ahí y me estoy poniendo completamente de los nervios.
Cuando no me quedan fuerzas caigo de rodillas al suelo y me desmayo a tiempo de ver una carabana de caballos con sus respectivos jinetes viniendo hacia mí.
Ya está- Pienso.- Me he vuelto completamente loca.

jueves, 11 de julio de 2013

Horus



-Por Geb, Grace, coge bien Khopesh. Como te he enseñado, que tampoco es tan difícil.-

-Lo dice aquí, el super soldado.-

-Grace…-

-Vale, vale.-

El Khopesh es el armatoste mas extraño que he cogido en mi vida. Podría ser una espada normal si no fuera por que tiene la hoja curva. Es la misma arma que Edfú usó contra los guardias de Bahari. Después de cuatro días de combate cuerpo a cuerpo, hoy por fin me ha dado un arma. Pero lo más complicado de Khopesh es la empuñadura, que también es curva y no se ajusta bien a la mano. Sigo sin entender por qué Edfú no se limita a usar una lanza o una espada normal  y recta.

-Grace.- Al ver que estoy algo distraída añade- ¡Grace! ¡Concéntrate!-

Pega una estocada y consigue quitarme el arma, que yo no había sujetado  correctamente.

Desesperado, grita:

-¡Vale, desisto. Eres imposible! ¡No sabes distinguir la izquierda de la derecha y ni siquiera puedes sujetar un arma!- Después suelta algo parecido a un rugido de desesperación.

-Yo también te quiero.- Digo en voz baja y con todo el sarcasmo que puedo.

-¿Qué?- Parece que mi comentario le ha desencajado por completo.

-¡Concéntrate, Edfú! ¡Que estás muy despistado!- Grito lo más fuerte que puedo. Aunque me cueste reconocerlo su comentario me ha dolido bastante. Intento esforzarme al máximo y él lo único que sabe hacer es echarme en cara que no consigo hacer nada bien. No todo el mundo puede ser tan extremadamente perfecto en todo lo que hace. Creo que es hora de que vaya comprendiéndolo.

Me giro, poniéndome de espaldas a él para que no vea las lágrimas de frustración que me bajan por las mejillas, aunque me temo que ya es demasiado tarde. En dos zancadas se coloca a mi lado y me pone una mano en el hombro. Yo me muevo, haciendo que su mano caiga.

-Déjame en paz.-

No me gusta que me vean llorar, sobre todo él que nunca muestra ninguna emoción, como si todo le resultase indiferente, como si nada le hiciese daño.

-Oye mira, lo siento ¿Vale? No pretendía ser tan duro contigo y…-

Es un intento de disculpa tan falso que estallo.

.¡ACASO NO SIENTES NADA? ¿DOLOR? ¿ALEGRÍA? ERES COMO UN ESTÚPIDO TROZO DE PIEDRA, EDFÚ. HACES TODO PERFECTO SIEMPRE, PERO NO TIENES SENTIMIENTOS.- Termino y me falta el aliento. Ya está, ya lo he  dicho. Me siento bien por haberlo dicho, liberada. Pero al mismo tiempo es como si me hubiesen añadido un peso al estómago.

Le miro, para ver el efecto que mis palabras han tenido sobre él. Me imaginaba un Edfú cabreado, uno divertido, uno un poco molesto, incluso uno compasivo. Me había imaginado de todo menos esto.

El Edfú que tengo delante parece haber envejecido, pero al mismo tiempo parece ser mucho más joven. Sus ojos brillan con desesperación mientras el sol los ilumina. Parece realmente desolado, como si acabase de ver su casa, con toda su familia dentro, arder. Su pelo está como si se acabase de haber levantado y su piel está tan pálida que sus labios parecen de un color entre rosa y rojo.

-Tengo sentimientos.- se tapa los ojos con las manos.- Más de los que debería.-Se aparta las manos de la cara pero sigue sin mirarme- Todos sentimos dolor, pero lo expresamos de forma diferente. Yo…- No termina la frase, pero le pega un puñetazo a una de las columnas de mármol del yacimiento donde estábamos entrenando hoy mientras suelta un fuerte grito de rabia

Le sale sangre de los nudillos y creo que se ha roto la mano. Corro hacia él y le envuelvo la mano herida con las mías.

-¡Edfú! ¿Por qué has hecho eso?- Digo mientras le reviso las manos en busca de más magulladuras, pero no encuentro ninguna. Que raro.

-Grace.- Él me está mirando, pero no es su mirada normal, el algo mucho más dulce- El otro día tenías razón. Pero yo sigo creyendo que lo bueno de esperar algo es que, mientras lo haces, puede aparecer algo que te haga cambiar de opinión.- Sonríe, pero no es su sonrisa estúpida y sarcástica de siempre, es una sonrisa amable y cariñosa, a pesar de todas las cosas horribles que acabo de decirle.- Y, Grace, quería decirte que yo t…-

Un gran ruido de cascos le interrumpe. Me tira al suelo y el aterriza después.

-¡Haz que estás dormida!-

-Pero que porras…- Pero aún así hago lo que me dice.

Unos segundos después los caballos llegan hasta nosotros, los jinetes se desmontan y empiezan a hurgar entre nuestras cosas, seguramente buscando algo de valor.

-¿Grace, me oyes?-

Pego un brinco, pero soy lo suficientemente sensata para mantener los ojos cerrados. Por que estoy segura de que lo que he oído es la voz de Edfú, pero no ha sonado en voz alta. Ha sonado en mi mente.

-Grace, si me oyes piensa una respuesta.-

Decido hacerle caso a la voz de mi cabeza y pienso:

-Me he vuelto loca ¿No? Se me ha ido el tarro.-

-Grace, esto es serio. Nos están asaltando y van armados, ya te explicaré esto más tarde.-

-No. Quiero saber ahora por que estás dentro de mi cabeza.-

Le oigo soltar un bufido en mi mente ¿Un bufido mental?  Y luego me contesta:

-Mi padre era sacerdote de Osiris y me enseñó a hablar a base de la mente ¿Contenta?-

No, no estoy contenta ¿Acaso no oye que nos están asaltando?

-Ahora te vas a quedar aquí quietecita mientras yo me ocupo de esto ¿Vale?-

-¿Para que me destripen como a un pescado?-

-Grace…-

-Vale, vale, quietecita sin hacer nada.-

-Exacto.-

Noto como se levanta y después de cinco segundos, yo le imito. Él no parece darse cuenta, aunque es normal estando dentro de un círculo de luz azul.

¿Espera, qué?

Caigo a la arena por la intensidad del halo que rodea a Edfú y observo como su cuerpo crece más de tres metros y la parte superior a sus hombros queda sustituida por la cabeza de un halcón.

El terror me paraliza, ni siquiera me molesto en fijarme en quien nos estaba robando, solo sé que debe de ser una caravana de hombres de por lo menos doce personas. No puedo moverme. Un torrente de imágenes acuden a mi mente, como si fuese un enorme río desbordado.

Edfú venciendo solo a los bandidos de Bahari, él me curó de una puñalada, en el templo no fue mi puñetazo lo que le dejó sin respiración sino la energía de Sobek. Y su nombre, debería haber caído en su nombre. Al templo de Horus también se le llama el templo de Edfú.

He estado ciega, completamente ciega.

Edfú no es humano.

Él es un dios.

viernes, 5 de julio de 2013

CAP 3 PROYECTO

CAPÍTULO 3- GABRIEL
Despierto en una sala que parece la habitación de una adolescente gótica. La chica cambia-cara y otra están hablando en voz baja. Parecen estar decidiendo si matarme o no. Intento incorporarme, pero estoy atado a la cama en la que me he despertado. El ruido de cadenas sobresalta a las dos chicas, que se vuelven hacia mí, sorprendidas. Son las dos demonios, aunque tengo mis dudas sobre si la cambia-caras es un demonio. Uno de verdad me habría matado y no me habría hecho prisionero. La otra sí que es un demonio, pero uno un poco suave. Quiero decir, un demonio malvado de verdad también me habría matado nada más verme. Pero esta rebosa desconfianza y la cambia-caras, sin embargo, solo curiosidad. La desconfiada tiene la piel morena y el pelo negro. Sus ojos verdes relucen con fuerza contrastando con su piel morena. Es alta y esbelta, aparte de bastante guapa. La cambia-caras es mona, pero no tan guapa como la desconfiada. Su pelo, castaño claro le cae por los hombros y oculta el nacimiento de sus alas. Su piel no es ni morena ni pálida, algo así como un punto intermedio. Pero, lo que más llama la atención de ella son sus ojos. Son entre amarillo y naranja, y no tiene la mirada de un demonio, ni de un ángel ni de un humano. Es como una mezcla de todos ellos. Mis pensamientos son interrumpidos por la desconfiada, que se acerca con expresión entre traviesa y divertida y dice:
-Bueno, guapo, ¿y cómo dices que te llamas?-iba a responderle que en realidad no le he dicho mi nombre, y que me deje en paz. Pero de pronto un terrible miedo se apodera de mí. Es miedo a la desconfiada. Miedo a que me haga algo terrible si no le digo la respuesta. Por supuesto, es un miedo completamente irracional y sin fundamento, pero aún así, contesto, de golpe:
-Gabriel.-la desconfiada hace un mohín, como si no le agradara mi nombre.
-Gabriel…puf… que largo. Te llamaré Gabi. ¿Te importa que te llame Gabi?-me da la sensación de que le importa un pimiento lo que yo opine sobre mi nuevo apodo, así que me callo.-Bueno, ya que se te ha trabado la lengua en tu gigantesco ego, te diré nuestros nombres: yo soy Grace- genial, pienso, así ya no tendré que llamarte “La Desconfiada”. Me servirá de mucha utilidad.-y ella es Ángela.-genial, ya no tendré que… un momento… ¡¿Ángela?! Esto ya es demasiado. Me da lo mismo el miedo que me infunda la desconf…Grace, esto es intolerable. Me levanto de un golpe, rompiendo las cadenas que me retenían el pecho pero no las de las muñecas, con los ojos entrecerrados mirando a “Ángela” con acusación. Ellas se sobresaltan, pero a mí me da igual, porque ya estoy gritando:
-¡¿Ángela?! ¡¿Pero qué clase de burla es esa?!-Ángela me mira, esta vez sí, con furia y me grita:
-¡Puedo llamarme como quiera! ¿De acuerdo? ¡Como quiera!-y acto seguido me pega una bofetada que podría mandarme a la superficie si no hubiese estado atado y dice-¡No sabes nada sobre mí! ¡No tienes derecho a opinar sobre mí nombre!-y se va hecha una furia, a fuera. Grace la sigue, no sin antes lanzarme una mirada asesina y insuflarme una buena ración más de miedo, que, a estas alturas, puedo suponer que es su capacidad. Una vez están las dos fuera de la habitación, respiro aliviado. Ya puedo usar mi capacidad para escapar. Despacio y en silencio, me disuelvo en humo y salgo a la superficie, al mundo de los humanos.

CAP 2 PROYECTO

CAPÍTULO 2- GABRIEL
Tenía que darme prisa. Si me habían encomendado una misión tenía que cumplirla. No iba a ser yo el primero en decepcionarlos. Acababa de entrar en el inframundo. Eso no estaba permitido para los de mi especie. Los ángeles no pueden ir por el inframundo, deben ir por el cielo. Y os presento, señoras y señores, mi doble personalidad. Me habían enviado al inframundo con una importante misión que cumplir. El jefe supremo (no nos han revelado su nombre) sufría otra de sus paranoias. Pensaba (otra vez) que los demonios (siempre ellos) volvían a conspirar contra él (obviamente, la raza angélica no cuenta, sólo conspiran contra él). Como veis, nuestro mandato está un poco chamuscado. Pero él es el más poderoso de la raza angélica y nadie se atrevería a debatirle el cargo. Obviamente los demonios no debían saber que al más poderoso de nosotros se le había ido la chola, porque entonces seríamos un blanco fácil, supuestamente. Si, los demonios también son un poco paranoicos. Bueno, el caso es que yo casi se lo suelto a un demonio que estaba prisionero por causar disturbios en una ciudad humana, y por eso estoy aquí ahora, en el único sitio en el que NO querría estar. Cuando me la encomendaron, me pareció muy injusto, a ver, ¡que sólo tengo 1128 años! Por supuesto, nuestro majareta líder no me escuchó. También pregunté que cómo iba a pasar por el inframundo sin que los demonios me apresaran. Dijeron que tendría que cubrirme las alas de carbón. ¡De carbón! Para nosotros, los ángeles, no exisistía mayor humillación, pero, obviamente, ellos volvieron a no escucharme. Voy muy rápido, quiero salir de aquí cuanto antes. Ya le diré al jefe supremo que no pude encontrar nada relevante. Y parece que mi deseo se va a cumplir cuando, de repente, casi atropello a un demonio. Fantástico. El demonio duda un momento, y parece que va a disculparse, pero rápidamente cambia de idea y grita:
-¡TEN MÁS CUIDADO, CHAVAL, QUE TENÍA PREFERENCIA!-obviamente, eso es ridículo, pero opto por no decirlo, ya que sé que estoy en presencia de un demonio y no quiero morir. Soy demasiado joven. Mi mente piensa rápido en una respuesta ofensiva para poder pasar por un demonio, pero entonces nuestras miradas se cruzan. Ella me mira de arriba abajo con interés, y yo hago lo mismo, porque, si un demonio hace eso y yo me estoy disfrazando de uno he de imitar su comportamiento. Pero ella o pasa de mi o no de ha dado cuenta de lo que estoy haciendo. Se detiene en mis ojos y los mira fijamente frunciendo el ceño. Yo me tenso. A lo mejor su capacidad es leer el pensamiento, lo que no me extrañaría nada ya que es muy común entre los demonios. Son unos cotillas. Sabe que soy un ángel, pero no parece adivinarlo por saber leer el pensamiento. Miro mis alas, por si acaso se ha ido el carbón, pero no es así, siguen completamente negras. Me vuelvo para mirarla otra vez. Me extraño con lo que delata su mirada. No delata odio, ni maldad, ni furia. Sólo sorpresa y un poco de curiosidad. Entonces sonríe con esa sonrisa de cocodrilo que sí es típica de los demonios y dice:
-¡Pero, mujer, por qué no has dicho que eras tú!-esta repentina exclamación me deja un poco desorientado, así que lo único que se me ocurre decir es:
- Uno: soy un chico. Y dos: ¿te conozco?
-Oh, por supuesto que sí me conoces. Yo soy tu peor pesadilla.-dice, y acto seguido su expresión traviesa cambia por completo y su cara se transforma brutalmente en la de un bicho feísimo con colmillos y se abalanza sobre mí a una velocidad que no creía posible, ni siquiera en un demonio.


CAP 1 PROYECTO

CAPÍTULO  1- ÁNGELA
Bueno, en realidad, según mis alas, soy un demonio. Pero yo no siento esos impulsos de maldad tan incontrolables que sienten los demás. Además, y a diferencia de todos los niños de mi edad que conozco, todavía no sé que “capacidad” tengo. Y de ahí que me marginen. Ahora mismo, de hecho, vuelo con aleteo seguro (lo siento ¿vale? Me apetecía decir alguna tontería) hacia Satanás, el que está ahora mismo a cargo del infierno y de la especie demoníaca en general y que es el único que podría saber lo que me pasa. Aunque, la verdad, este cargo suele cambiar de dueño cada dos semanas. Los demonios no somos criaturas muy ordenadas y nos aburrimos fácilmente. Y yo me incluyo. Además, aunque no sea (a lo mejor) un demonio, creo que esta manía es contagiosa. Ya sé que si Satanás estima que no soy un demonio me matará de inmediato, pero necesito respuestas: ¿Qué soy? ¿Por qué no tengo mi capacidad? ¿Quiénes son mis padres (no los conozco)?¿A qué saben las galletas saladas? Si, ¿vale? Eso también. En el inframundo no hay de eso y todavía no he obtenido ningún permiso para salir de él ni me han encomendado ninguna misión. Además, si Satanás estima que tiene que matarme y quiero escapar, no hay problema: está registrado que soy la más veloz del inframundo (sí, vale, por una competición de dudoso origen, pero yo tengo el récord). Bueno, continúo. Que iba yo volando con mi aleteo seguro, cuando de repente se me cruza una sombra. Por supuesto, tengo que fingir que soy arisca y antisocial y, aunque mi primer impulso haya sido pedir disculpas, grito:
-¡TEN MAS CUIDADO, CHAVAL, QUE TENÍA PREFERENCIA!-por supuesto, mientras uno va volando no hay ningún tipo de señal de preferencia, pero otro rasgo de los demonios es el sentido del humor. Pero cuando la sombra que se me ha cruzado me mira, se me quitan todas las ganas de hacer bromas. La sombra es un hombre, de ojos dorados y pelo negro (este sí que es una belleza exótica). Es alto y, aunque no muy musculoso, parece listo. No creo que tuviese alguna posibilidad de salir con vida en un enfrentamiento contra él, de no ser por mi increíble rapidez (ay, bueno, ya sé que suena a que soy un poco egocéntrica, pero solo tengo una virtud, y pienso sobreexplotarla). Sin embargo, y a pesar de todos los rasgos exóticos del chaval, lo único que me llama es su mirada. Es una mirada repleta de luz.
La mirada de un ángel.


jueves, 4 de julio de 2013

El verdadero Edfú



El resto de la semana tiene un ritmo muy monótono. Jeneret nos consiguió otra manta y pudimos dormir cada uno en nuestra cama. Yo me levantaba por la mañana e iba a desayunar con los demás, después le llevaba a Edfú su comida hasta que pudo levantarse y caminar. El efecto en el campamento fue inmediato, todos se apartaban para dejarle pasar al verlo. Yo sigo sin entender esto, me refiero, Edfú es imponente y aterrador muchas veces pero hay una gran cantidad de gente aquí que le  duplica en edad y aún así se apartan, como cachorrillos asustados. A mí todos me miran como si fuese una pequeña hormiga en comparación con ellos, cosa que supongo, es verdad. Todos son o han sido ladrones, incluso a los niños que han nacido aquí se les está enseñando a serlo.
Y por eso no me entristezco cuando Edfú decide que ya es hora de volver a emprender nuestro viaje. Recogemos todas nuestras pertenencias y Jeneret nos proporciona comida y agua para unos días. Una pequeña escolta nos lleva hasta la ciudad mas cercana, y allí se van. Nadie nos despide, tampoco lo encuentro raro, de todas maneras no conocíamos realmente a nadie.
Caminamos varias horas, escondiéndonos de vez en cuando de la guardia del faraón que patrulla por las calles. No entiendo demasiado por que lo hacemos pero Edfú insiste en que es necesario.


A los dos días de camino Edfú decide que tengo que entrenar y que si por casualidad vuelven a atacarnos no me quede quieta para (Palabras textuales) que me destripen como a un pescado mientras él hace todo el trabajo. Nos detenemos en un claro con ruinas de piedra que debieron pertenecer a la época prehistórica.
-En guardia.- Dice
Levanto una ceja, mirándole.
-No me has dado ningún arma.-
Su postura es relajada y su voz firme cuando dice:
-Pues claro que no, no quiero que te amputes un brazo.-Sonríe todavía más- Por ahora.
Decido ignorar su último comentario.
-¿Y como se supone que voy a ponerme en guardia si no tengo ningún arma?- Le replico
Pone los ojos en blanco y viene hacia mí.
-Tienes que aprender a ponerte en posición antes de empuñar un arma. Un pájaro tiene que aprender a extender las alas antes que a volar.-
-¿Me estás comparando con un pájaro?-
-Eso es lo que hago.-
-Eres increíble.-
-Me lo dicen mucho.- Cuando termina de decir esto, me guiña un ojo.
-Eres insufrible.-
-Eso también me lo dicen mucho.-
Empieza a indicarme en que posición ponerme y donde debe ir cada pie y cada mano hasta que considera que lo hago medianamente bien. Después entrenamos en combate cuerpo a cuerpo hasta que consigo pasar media hora sin que me tire al suelo.
Cuando terminamos me tumbo en la arena, sudando. Edfú parece que acabe de echarse una siesta, descansado y fresco como una rosa. Se tumba a mi lado y levanta la cabeza para ver las primeras estrellas. Llevamos varias horas entrenando y está anocheciendo.
Cuando mi respiración se vuelve normal de nuevo, le miro, decidida a preguntarle algo que me ha estado rondando por la cabeza desde que le conocí. Respiro hondo, me armo de valor y pregunto:
-Edfú ¿Cuántos años tienes?-
Gira su cabeza y esboza una triste sonrisa.
-Diecisiete.-
Me cuesta creerlo. Por su apariencia podría ser perfectamente un adolescente normal, pero en sus ojos hay una tristeza de alguien que ha vivido muchos años más. Nos quedamos en silencio un rato hasta que él lo rompe.
-Tienes unos ojos muy bonitos.-
Noto como la sangre me sube a las mejillas y aparto la vista.
-Son marrones, casi negros, no tienen nada especial.-
-Grace- Pronuncia mi nombre de una forma muy distinta a como lo hace normalmente y vuelvo a fijar mi mirada en él- El color no importa, lo que importa es lo que reflejan.
Me quedo sin aliento. No recuerdo nada de mi pasado, pero sí tengo claro que nunca nadie me había dicho nada parecido. Todo lo contrario, tengo un presentimiento de que no me trataban demasiado bien.
-Hey, no he dicho que tengas unos ojos preciosos para que ahora los llenes de lágrimas.- Me aparta una pequeña gotita salada de la mejilla y se levanta- Voy a buscar leña, ahora vuelvo.-
Me quedo mirando como se va, con la boca abierta. Definitivamente le ha debido de dar un golpe de calor para que haya dejado de mirarme como si tuviese una enfermedad contagiosa.
¿Es este el verdadero Edfú? ¿Le ha pasado algo para que sea así con todo el mundo?¿Por eso es tan triste? ¿Por eso parece tan solo?
Me prometo averiguarlo. Averiguar la fuente de su tristeza y ayudarle a eliminarla si es necesario.
Interrumpo mis pensamientos cuando él vuelve, cargado de madera para una hoguera. Empieza a frotar dos piedras hasta que saltan chispas y la leña arde.
-¿Estás mejor?- Su voz vuelve a ser áspera y ya no hay rastro del cariño de antes.
-Divina.- Gruño
Suelta una carcajada, como si mi comentario le hubiese hecho gracia. Que tío más raro.
Cocinamos un pequeño animal que Edfú ha cazado antes mientras buscaba leña y nos lo comemos. Después simplemente nos tumbamos esperando a quedarnos dormidos.
-Somos tan insignificantes ante la vida, que por más que la programemos en cualquier momento puede cambiarlo todo.-
No tengo ni idea de por que he soltado esto de repente. Simplemente lo he pensado y lo he dicho  pero parece que a Edfú le ha impresionado. Me mira con la boca ligeramente entreabierta.
-Eres una de las personas más listas con las que me he cruzado en todos estos años, Grace Black.- Acaba diciendo por fin.
Muevo la mano, como si estuviese intentando apartar su comentario y restarle importancia.
-Solo he dicho lo que me pasaba por la cabeza.-
Él vuelve a recostarse en la arena.
-Eso solo respalda lo que he dicho.-
Voy a contestarle algo, pero veo que ha cerrado los ojos y su pecho sube y baja regularmente, así que yo también me vuelvo a tumbar, con un par de metros que nos separan, y me doy cuenta de algo. Puede que en ocasiones se comporte como un idiota, pero me ha estado cuidando y se ha preocupado por mí cuando todos los demás me han ignorado. Puede que tenga una familia en el lugar de donde vengo, o puede que no, pero si hay algo que tengo claro es que en estos momentos no me importa.
Él es mi casa.