domingo, 26 de mayo de 2013

final alternativo de El Héroe perdido


Hacía tiempo que queríamos escribir esto, por que Rick al ser una personita muy cruel no nos dió el regreso de Percy hasta La marca de Atenea. Hemos decidido pensar como sería si volviese en El Héroe perdido.

-Así que… empezamos alardeando, ¿eh? ¡Como en los viejos tiempos! Muy bien, semidiós. Soy Porfirio, rey de los gigantes e hijo de Gaia. En la Antigüedad, salí del Tártaro, el abismo de mi padre, para desafiar a los dioses. Secuestré a la reina de Zeus para provocar la guerra.- Sonrió mirando la jaula de la diosa- .Hola, Hera.
-¡Mi marido ya te destruyó una vez, monstruo!- dijo Hera-.¡Y lo volverá a hacer!
-¡No me destruyó, querida! Zeus no era lo bastante poderoso para matarme. Tuvo que recurrir a un insignificante semidiós para que le ayudara, e incluso entonces estuvimos a punto de vencer. Esta vez terminaremos lo que empezamos. Gaia está despertando. Nos ha provisto de muchos criados buenos. Nuestros ejércitos sacudirán la tierra… y os destruiremos de raíz.
Jason miró el corro de monstruos que esperaban impacientemente a que su amo les diera la orden de hacerlos pedazos. La sierra circular de Leo seguía relinchando, y Piper seguía hablando, pero parecía inútil. La jaula de Hera estaba prácticamente llena de tierra hasta arriba.
-¡Soy el hijo de Júpiter!- gritó, y, para impresionar, invocó a los vientos y se elevó unos centímetros del suelo-. Soy hijo de Roma, cónsul de los semidioses, pretor de la primera Legión.- Por un instante, Profirio incluso pareció inquieto.
-Yo maté al monstruo marino de Troya- continuó Jason-. Yo derribé el trono negro de Cronos y destruí al titán Críos con mis propias manos. Y ahora voy a destruirte a ti, Profirio, y a darte de comer a los lobos.
-Jo, tío- murmuró Leo-. ¿Has estado comiendo carne roja?
Desde el otro lado del claro se oyó otra voz.
-¡ Soy hijo de Poseidón!- gritó la voz. Todos se giraron para ver de donde venía- ¡Yo derroté al Minotauro, vencí en un combate al dios de la guerra y recuperé el rayo maestro de Zeus! ¡Crucé el Mar de los Monstruos, derroté a Atlas y atravesé el laberinto de Dédalo! ¡Yo vencí a Cronos y se me propuso ser inmortal y residir en el Olimpo! Pero no estamos aquí para alardear ¿No?- Un adolescente de pelo negro y vestido con una camiseta morada estaba encima de una colina. Cuando empezó a correr hacía donde estaban, Jason pudo ver que detrás de él, numerosos guerreros apropiados con gladius, lanzas y escudos iban también en su ayuda. La legión venía en rescate, y Percy Jackson los había guiado hasta ellos.

Una cueva en el subsuelo



He cerrado los ojos, pero noto cuando uno de los hombretones cae al suelo. El suelo tiembla y escucho el sonido de cuchillos al caer al suelo. Mantengo los ojos cerrados y respiro por la nariz para evitar la tentación de gritar pidiendo socorro. Uno a uno todos van aterrizando contra el suelo. Algo me roza el hombro y contengo la respiración, siento la boca de alguien cerca de mi oreja.

- Abre los ojos y corre, antes de que recuperen el sentido.-

Lentamente mis párpados se abren y puedo ver a mi rescatador. Tiene el pelo negro como el mío y está bronceado, ojos grises y ropa algo raída, su mirada solo advierte una cosa, problemas. Ahora mismo es mi única opción restante así que decido seguirle. Corremos mientras él me guía por calles secundarias hasta que ya no se oye a nuestros perseguidores. Llegamos a un callejón y empuja un trozo de pared, que se echa hacia atrás mostrando una entrada secreta que nos lleva hasta una pequeña habitación con paredes y suelos de piedra. Cuando entro, la puerta se cierra detrás de mí.

Mierda.

Escapo de unos brutos y vuelvo a caer en otra trampa.

Me doy la vuelta y empiezo a palpar la pared intentando encontrar un picaporte o hendidura para poder abrir la puerta.

Le oigo hablarme desde la otra punta de la habitación.

-Solo yo puedo abrir la puerta.

Me giro en redondo para mirarle. Se ha sentado con las piernas cruzadas y la espalda apoyada en la pared.

-No te he salvado para matarte, puedes sentarte tranquilamente, toma.- Me lanza un trozo de pan caliente, no quiero pensar de donde lo ha sacado, estoy casi segura de que antes no lo llevaba, pero estoy tan hambrienta que me lo como sin pensar en un par de bocados. Me siento lo más lejos de él que puedo y me dedico a observarle mientras se come su trozo de pan.

Es un chico de estatura normal, aunque es más alto que yo. Tiene el pelo completamente negro y sus ojos no son grises como yo había pensado en un principio sino de un azul oscuro con motas claras, como un cielo de noche. Debe de tener dieciocho años. Va vestido con una camisa que en un momento debía ser blanca pero que se está empezando a teñir con el color de la arena y unos pantalones marrones algo raídos por la altura de la rodilla. Va descalzo pero aún así no tiene ninguna  herida.

Siento su  mirada en mi y se que él también me observa, evaluándome. Sinceramente me da igual, que haga lo que quiera.

Me acurruco en mi rincón y cierro los ojos pero no consigo dormir. Vuelvo a abrir los ojos para observar la habitación pero no hay mucho que ver, así que vuelvo a mirar al chico que me ha rescatado antes.

- No eres muy habladora ¿verdad?- acaba preguntando.

No. Y si lo fuera ¿Qué le diría? Hace unas horas me he despertado en un sitio desconocido , sin recordar nada de mi pasado, ni siquiera si tengo algún lugar al que volver. Pero en vez de eso, le contesto:

- ¿Porqué me has ayudado?-

Fija la vista en mi, como si fuese la persona más estúpida que hubiese conocido y mi sola presencia  hubiese arruinado su vida.

-No se tú pero a mi no me hace mucha ilusión que vayan cortando manos a la gente.-

No me gusta, es arrogante y piensa que está por encima de todos, como si fuese vestido con una túnica de faraón y no con unos harapos que seguramente ha robado. No se por que pero estoy segura de que ya he estado con más gente como él antes, que piensan que son los reyes del mundo. Sigo sin responder así que aprovecha para hacerme otra pregunta.

-¿Cómo te llamas?- Por su tono de voz me queda claro que realmente le importa un pimiento como me llame y que solo pregunta por tener una conversación, pero yo no estoy de humor. Le miro y respondo:

-Como si te importase.-

Veo furia en sus ojos pero al cabo de un instante se apaga y vuelven a ser como antes.

-Te salvé a ti y a tu maldita mano, creo que merezco, al menos, saber como te llamas.-

-Creo recordar que nadie te pidió que me salvaras a mí y a mi maldita mano, señor engreído.- Resisto la tentación de sacarle la lengua, por que estoy bastante segura de que aquí eso está castigado con la muerte o algo por el estilo.

Me mira como si hubiese caído del cielo y luego responde:

-Al menos yo no soy al que iban a cortar un mano por ladrona.-

Eso es demasiado, estallo.

-¡MIRA, YO NO TE HE PEDIDO QUE ME RESCATARAS Y ME TRAJERAS A ESTE ESTÚPIDO AGUJERO MOHOSO PARA LUEGO PORTARTE COMO UN AUTÉNTICO IDIOTA SIN  DEJARME SALIR CUANDO NO ME ACUERDO DE NADA Y…-  No puedo seguir hablando, noto un nudo en mi y no me doy cuenta de que estoy llorando hasta que el chico se levanta y me aparta una lágrima de la mejilla. Genial, ahora estoy llorando en el hombro de un chico que no conozco de nada. Bravo Grace.

Me abraza intentando consolarme, como si fuésemos amigos de toda la vida.

-Vamos, no pasa nada. Todo va a ir bien.-

Já. Seguro. Y aquí estoy yo, contándole mis penas. Brillante idea por mi parte. Si resulta que es una especie de asesino de una secta egipcia estoy apañada.

Cuando paro de llorar me aparto de él y vuelvo a sentarme hecha un ovillo.
-Hasta mañana.- Le digo, y después de echarme una última mirada, también se tumba y cierra los ojos

lunes, 20 de mayo de 2013

Un despertar desafortunado





Lo primero que noto al despertarme es el dulzón olor del loto. No estoy segura de por que se a que huele el loto, solo se que me resulta un olor familiar. Me cuesta horrores hasta que consigo abrir los ojos, pero cuando lo consigo no encuentro mucha cosa.

Estoy tumbada en una cama de madera por los bordes y una cuerda rasposa con forma de red en el centro, en una habitación de paredes completamente blancas, vestida con  un vestido blanco que definitivamente no es mío.

Miro por la ventana, un hueco rectangular en la pared, y se me corta el aliento. A lo lejos, cerca de un desierto, hay una enorme construcción de piedra llena de relieves. Un templo.

Un flashback acude a mi mente. Yo de pequeña, una niña de siete años vestida con un vestido de tela vaquera, al lado de una mujer con mi mismo pelo oscuro, ella iba vestida con unos pantalones caquis de media pierna y una camisa blanca. La mujer me está explicando que ese templo en el que estábamos, estaba construido en honor a uno de los dioses más importantes de Egipto, concretamente a uno con cabeza de Halcón, según lo que la mujer contaba era el mejor conservado y el segundo más importante.

Solo que el templo que yo estoy contemplando tiene algo diferente, todo está pintado en colores vivos, no le falta una mínima parte y no son turistas los que atraviesan sus puertas, son sacerdotes. Me froto los ojos con fuerza, limpiando todo rastro de sueño, y vuelvo a mirar. Sigue igual que antes, pero ahora también puedo distinguir un bazar que recorre una calle principal de la que salen muchas secundarias. Muchos aldeanos regatean en los puestos. Cierro los ojos y me vuelvo a tumbar.

Oigo la voz de un hombre desde la puerta de la habitación.

- es bonito ¿verdad? Aunque también es demasiado ruidoso.-

Abro los ojos de golpe y le miro aterrada.

-¿Quién es usted?- consigo decir mientras ,despacio, me levanto.

- El dueño de esta casa, muchacha. Te encontré en la calle, desmayada  y deshidratada. He cuidado de ti hasta ahora.-

Dedico un momento a mirarle e intentar averiguar sus intenciones. Tiene el rostro bronceado, probablemente por pasar varias horas trabajando al So, tiene la cara arrugada, pero aún así tiene unos amables ojos marrones. Como ve que no le respondo, dice:

- Mi nombre es Josué.-

Él realmente parece tener buena intención. Estrecho la mano que me tiende y le digo:

-Grace Black.-





Le doy las gracias a Josué y me despide en su puerta. Salgo dispuesta a conseguir algo de comida o bebida hasta que me doy cuenta de que no tengo nada para dar a cambio en los puestos. Me encojo de hombros, en este momento no me acuerdo de donde he venido, pero estoy prácticamente segura de que a mi madre no le gustaría verme hacer lo que estoy pensando.

Me pillan cuando ya he cogido la tercera manzana. Me había colgado boca debajo de la ventana baja de una casa de la calle principal donde un frutero había puesto delante su tenderete. Una mano me agarra del hombro y me empuja hacia abajo, tirándome al suelo. Mi cadera choca contra la piedra y un dolor agudo se extiende por mi pierna, pero el hombre del puesto no me da tiempo para asimilar el golpe, me agarra los hombros y me levanta. Me veo rodeada por diez hombres como mínimo.

-¿Qué te crees que haces, niña?- Dice el que me ha tirado de la ventana, su aliento apesta a cerveza de cebada y parece algo borracho.

- ¿Tendremos que cortarte la mano para que aprendas a no robar?-

Se acercan más a mi y veo que varios de ellos llevan cuchillos. Uno de ellos me agarra por las muñecas y yo le escupo en la cara. Ahora a parte del que me sujeta las muñecas también hay uno que me tiene agarrada por el cuello. Cierro la boca, tengo clara una cosa y es que no pienso gritar. El cuchillo va bajando hacia mis muñecas…





domingo, 19 de mayo de 2013

RESEÑA: Un baile con los dioses, el secreto de la portadora del Horus

¿Qué harías si cuando despiertas no recuerdas quién eres?
¿Qué harías si despiertas en una época que no es la tuya?
¿Qué harías si los dioses fuesen reales y vagasen por la tierra?
Y lo más importante ¿Que harías si tu vida dependiese de su decisión?
Grace Black es una chica normal y corriente, si no cuentas el detalle de que ha perdido la memoria y se encuentra en el antiguo Egipto. Para recuperar sus recuerdos deberá emprender un peligrosoviaje, en el que se encontrará a un extraño muchacho ¿Pero es él lo que realmente aparenta?
¿Qué harías si tu vida estuviese en manos de lo divino?

martes, 14 de mayo de 2013

Siempre



- ¡ Olvidala, niño! ¡ Solo es la hija de un minero!-
- ¡ Pero madre…!-
Un sonoro golpe se escucho por toda la casa mientras que la mejilla del chico se iba tiñiendo de un rojo fuerte.
- ¡ No vuelvas a hablar de esa chica en esta casa!-
- Pero, querida…- intervino su marido
- ¡ Tu no te metas. Se perfectamente que la compras las ardillas a esa niñata! ¡¿ Y qué pasará si lo descubren los agentes de la paz, eh?! ¡ Esta familia se iría al garete!-
El niño no oyó mas mientras subía hacia su habitación, aunque sabía que sus padres seguirían discutiendo en la cocina.
Peeta no entendía la razón del odio de su madre, solo suponía que tendría algo que ver con su padre.
Se tumbó en la cama, notando unas lágrimas calientes bajándole por las mejillas. Al día siguiente tendría lugar la cosecha de ese año, la tercera a la que acudía. Sabía que a la familia Everdeen no le sobravan alimentos sobre la mesa y que por eso Katniss había estado pidiendo teselas durante todo el año. Él se sentía impotente al no poder hacer nada para poder ayudarlas. Su madre le había dicho que la olvidara. Pero él no quería olvidar.
Recordaba perfectamente  el día en el que la había encontrado en su patio trasero. Ella estaba empapada y delgada, muy delgada. Su padre había muerto ese año y a su familia le habían proporcionado un pequeño suministro de comida que ya se debería haber agotado. Él había quemado el pan, y tras recibir una bofetada de su madre por ser tan inútil, se lo había tirado a ella para que lo recogiera. En su mente siempre quedaría grabada su cara cuando el pan aterrizó en el suelo. Peeta había subido corriendo a su habitación y la había visto marchar, guardando ese pequeño alimento debajo de su abrigo, como si fuese el tesoro más valioso del mundo.
Fue entonces, tumbado en la cama y con la mejilla dolorida, cuando se dio cuenta de que no podría soportar verla ir a una arena para competir en Los juegos del hambre y que si eso llegaba a pasar el iría con ella para poder protegerla. En ese momento y siempre.






Solo el Tártaro lo sabe



Una voz, como si un millón de serpientes le estuviesen hablando, sonó desde la oscuridad:
- Sólo el Tártaro lo sabe, Perseus Jackson.-
Percy se despertó, sobresaltado. El Tártaro era un lugar negro, yermo, sin vegetación ni ninguna señal de vida, salvo todos los monstruos que ocultaba. En cualquier momento podrían morir, bien mientras dormían, bien por uno de todos los temblores que sacudían el lugar. Ahí abajo no había ninguna luz, todo estaba sumido en la oscuridad y el suelo estaba lleno de grietas, donde podías caer si te descuidabas. No, el Tártaro no era un paraíso y por eso se sorprendió al ver a Annabeth junto a él sonriendo. Llevaban ahí abajo aproximadamente cuatro días, aunque era difícil saberlo sin poder contar con un Sol sobre sus cabezas. Estaban mugrientos y sus ropas ya no se distinguían del suelo, de un negro color carbón, por eso le extraño que ella estuviese sonriéndole, él hacía unos días que no encontraba motivos para hacerlo.
Desenvainó a Contracorriente y su leve brillo le permitió asegurarse de que no se había equivocado, ante él estaba una chica con el pelo rubio y rizado prácticamente gris por las cenizas del aire. Al verla, como todos los días que llevaban ahí, no se arrepintió de su decisión. No sería capaz de dejarla. Nunca más. Al ver su gesto de extrañeza, ella, aún sonriendo levemente, le contestó a su muda pregunta:
- Todavía babeas mientras duermes.-






martes, 7 de mayo de 2013

Percy Jackson. Nuesto último día juntos

AVISO DE SPOILER: esto es de el último día de Percy en el campamento hasta que Hera se lo llevo y lo dejó en la casa del lobo.

 ese día tocaba jugar una partida de capturar la bandera. Atenea, Hermes, Némesis e Hipnos se habían aliado conmigo formando el equipo azul y a mi me tocaba ser el guardián de la frontera. Otra vez.
Me coloqué en un árbol a las orillas del río y esperé a que los campistas que iban a coger la bandera del equipo contrario pasaran. Cuando el último ya se perdía entre los árboles me senté en la raíz del árbol, me concentré y alcé los brazos. Un enorme muro de agua creció del río impidiendo el  paso a cualquiera que intentara cruzarlo. Una vez que fue lo suficientemente ancho me recosté contra el tronco del árbol y saqué la bolsa de pipas de contrabando que los Stoll me habían conseguido. Pasé así por lo menos un cuarto de hora hasta que noté algo que me tocó el hombro, me giré para encontrarme solo con los árboles, aunque eso tampoco me sorprendió demasiado.
-Percy ¿qué estás haciendo?- Me sorprendió bastante que alguien tan inteligente como Annabeth no se hubiese dado cuenta todavía.
- Me parece obvio, listilla, que estoy vigilando la frontera.- después de decir la última palabra me comí otra pipa mientras observaba como Annabeth se quitaba su gorra de los Yankees. Sonrió y se inclinó para darme un breve beso antes de añadir (como no)
- Sesos de alga.-
Y aunque yo sabía que me lo decía con cariño no pude resistirme a añadir:
- Sabelotodo.-
Se sentó a mi lado y yo le case un brazo por los hombros hasta que vimos cascos azules al otro lado de nuestra muralla líquida. Nos levantamos y abrí un pequeño espacio lo suficientemente grande para que pudiesen pasar.
Uno de los hermanos de Annabeth pasó por ahí con la bandera roja y con cabeza de jabalí en la mano, que en cuanto hubo atravesado del todo la barrera se volvió plateada  y con un búho en el centro.
Dejé caer la barrera y todo el mundo estalló en vitoreos mientras que los del equipo rojo (sobretodo la cabaña de Ares)  me miraban como si quisiesen darme de comer al Peleo, el dragón que vigilaba el vellocino de oro. Pero, sinceramente no me importó demasiado. Todos nos fuimos a la hoguera a comer malvaviscos y cantar canciones de campamento dirigidas por la cabaña de Apolo.
Cuando ya se hizo tarde acompañé a Annabeth hasta su cabaña y la di un beso de buenas noches.
- Que duermas bien.- La dije
- Eso espero.- aunque lo dijo sonriendo.
Le apreté un poco la mano y después la solté para dirigirme a mi cabaña con una sonrisa.




lunes, 6 de mayo de 2013

Cazadores de sombras, Encuentro



El Sol estaba alto en el cielo y por la carretera circulaban todo tipo de coches y taxis. Soplaba un poco de viento que movía las hojas de los árboles. Dos figuras observaban el instituto de Nueva York desde la acera. La brisa movió el pelo castaño de la chica tapándola el rostro por un momento. El hombre que la acompañaba se lo recogió por detrás de la oreja con un silencioso movimiento y pudo ver como la temblaban las manos.
-Estás nerviosa.- No era una pregunta, sino una afirmación,, la concía demasiado cómo para no darse cuenta de ello.
- ¿ Tú no?- Al ver que el chico  seguía con la misma expresión, sin una sola duda, añadió- ¿ Qué pasa si Magnus nos ha mentido?-
Él sonrió para darla ánimos
- Sabes que Magnus no te mentiría respecto a eso.-
Ella asintió y le apretó la mano con fuerza, inspiró aire y tocó la pulsera que llevaba en la muñeca y después el colgante de jade que llevaba al cuello para insuflarse ánimos.
- Adelante, pues.-
Y así cogidos de la mano, atravesaron la verja que los separaba del destino.



Jace y Clary estaban en la sala de entrenamiento cuando sonó el timbre. Clary levantó la cabeza cuando lo oyó, justo después de perder la concentración y caer desde la cuerda que pendía del techo. Había aterrizado en una colchoneta que habían colocado debajo precisamente por si eso llegaba a pasar. Vio la mano que Jace la tendía y se agarró con fuerza mientras él tiraba de ella hacia arriba.
- Deberíamos ir o…- dejó la frase en el aire, dudando.
- Sebastian no va a entrar llamando al timbre, Clary.- Hizo una pausa en la que volvió a sonar el timbre.- Deberíamos ir, Isabelle está con Simon, a saber dónde esta Alec y Maryse sigue en Idris.-
Asintió mientras se restregaba le manga de la chaqueta contra la frente y observaba a Jace, que a pesar de todo el ejercicio que habían estado haciendo no tenía ni una sola gota de sudor.
Mientras bajaban en el ascensor ella preguntó:
-¿ Cómo es que no sudas?-
Él rió bajito para después añadir:
- Soy demasiado perfecto para sudar-
Clary puso los ojos en blanco y sonrió mientras salía por las puertas del ascensor, que acababan de abrirse.
Recorrieron los pasillos hasta llegar a la entrada donde encontraron a Iglesia arañando la puerta y maullando para que abrieran.
- Gato loco.- Dijo él mientras observaba el extraño comportamiento del animal.- Nunca había mostrado ningún interés en salir fuera.
Clary cogió el picaporte y tiró de él hasta abrir la puerta.
En el umbral había dos jóvenes que no pasarían de veintidós años. Pudo notar como la mujer le apretaba con fuerza la mano a su acompañante. Los ojos del hombre hicieron que a Clary le dieran ganas de coger su cuaderno de dibujos y sus lápices de colores. Eran de un marrón oscuro, casi negro, pero por todo el iris tenía motitas plateadas, como un cielo de noche. Él sonrió con nostalgia y un poco de tristeza a Jace. También pudo notar como le miraba la mujer cómo si fuese una de las cosas más  bellas y peligrosas que hubiese visto en su vida. El chico les miró a los dos, a Jace y a Clary y una chispa de reconocimiento pasó por su rostro cuando se fijo en ella, la sonrió.
- Buenos días.- comenzó. La chica le apretó la mano con más fuerza.- Yo soy James Carstairs y esta es Tessa Gray,  tenemos una historia que contaros.-


domingo, 5 de mayo de 2013

Vuelta a casa




Ese día Gale se había levantado una hora antes de lo normal para tener tiempo de prepararse. Ese día sería el primer día de escuela de su hijo y eso significaba que también sería el primer día que volvería a ver el colegio desde la rebelión contra lo que antaño fue el Capitolio. Después de que todo terminará él se quedó a vivir en el distrito cuatro, donde encontró a la que actualmente era su mujer. Habían tenido un pequeño bebé con el pelo negro y los ojos grises de su padre que ese día cursaría su primer día de escuela. A Gale al principio no le había gustado esa idea, que su hijo tuviese que aprender todas las atrocidades que suponían Los juegos del hambre, pero después su mujer le había convencido de que sería mucho mejor a que se enterase de otras formas.
Reflexionó sobre todo esto mientras se lavaba, peinaba y vestía.

Cuando su hijo y él llegaron al recinto de la escuela, no pudo reprimir un pequeño retortijón en el pecho, esa zona del distrito tan cerca de la Veta le traía demasiados recuerdos de su infancia. Después de terminar su trabajo en el 4, él y su mujer habían vuelto al 12. Pero sin embargo lo que él había pensado que sería algo bueno  le traía recuerdos demasiado dolorosos. Cada vez que pasaba por la plaza recordaba ese día de la cosecha donde Prim salió elegida, cuando veía a los mineros antes de ir a trabajar y en su cabeza siempre  aparecía la imagen de una chica de pelo oscuro y ojos grises con su traje en llamas encima de un carro negro, y el bosque, cada vez que lo veía sentía la nostalgia de esos días de caza con Katniss.
Le apretaba la manita mientras recorrían el camino hasta que cuando quedaban apenas unos veinte metros se detuvo. Se puso en cuclillas y miro la cara nerviosa de su hijo.
- Hey, no hay porqué estar nerviosos.-
Pudo notar como se relajaba y entonces vio una mata de pelo rubio cerca de la pared Norte de la escuela. El hombre estaba de espaldas a ellos pero como la niña que iba con él estaba en frente suyo el podía verla perfectamente. Una pequeña niña de pelo oscuro y ojos azules. Volvió a mirar a su hijo y señaló a la niñita mientras decía:
- ¿Ves a esa chica? Yo quería casarme con su madre, pero ella se fue con un panadero.-



sábado, 4 de mayo de 2013

Corazón de fuego. El reencuentro

AVISO: antes que nada queremos avisar de que aqui no pondremos el lenguaje que se usa en el libro, pero la historia y los personajes son los mismos, por que nos habría gustado que la historia contase el reencuentro entre Saba y Jack.

JACK
cuando llego al albergue ya es noche cerrada. Llamo a la puerta y un minuto después abre una chica , cuyo rostro no puedo ver por que está bañado en la penumbra, que me dice malhumorada:

-¿Qué quieres?- al principio no soy capaz de reaccionar, porque de pronto noto que algo en mí que siempre era igual ha cambiado. La chica se impacienta y me dice:
-¿Quieres que te saque un poco de heno para dormir aquí fuera o prefieres una habitación?-yo por fin reacciono y contesto, estúpidamente:
-Eh, prefiero una habitación, gracias.-la chica suspira como pensando ¿por qué a mí me tienen que tocar todos los tontos? y me abre la puerta diciendo:
-Dime tu nombre completo y te registraré.-yo dudo, pues mi lema es, y siempre será, viaja ligero y nunca digas tu nombre, así que le digo a la chica:
-Prefiero no decir mi nombre.-la chica me mira y dice:
-Desconfiado ¿eh? Debes de ser uno de los refugiados de Ciudad Esperanza.-una sombra de asco pasa por su cara, pero es tan fugaz que creo que lo he imaginado.
-Oh, no-le digo-es sólo que es difícil abandonar las viejas costumbres.-la chica frunce el ceño con desconfianza, pero me tiende una tarjeta con el número de mi habitación garabateado torpemente en ella. La cojo y llego rápidamente a mi habitación, ya que el albergue, a pesar de ser muy acogedor y de oler bien, es bastante pequeño. Mi habitación es pequeña y está compuesta por una cama y dos mesillas con velas apagadas en cada una. Me encojo de hombros. De todas formas, me da igual, me marcharé al amanecer. Dejo mis escasas pertenencias en un rincón y me tumbo en la cama. Esa noche, vuelvo a soñar con Saba, como todas las noches desde que la conocí.
Me despiertan unos débiles golpecitos en la puerta a los que contesto:
-Pase.-una cara que conozco muy bien asoma por la puerta. Pero no, me digo, Saba tiene el pelo negro, así que solo puede ser…-¿Emmi?-la niña frunce el ceño y dice:
-No recuerdo haberte dicho mi nombre… ¿nos conocemos?
-¿E-Eres Emmi de verdad?-la niña asiente lentamente, como si estuviese hablando con alguien sumamente tonto.-Dios, como te pareces a tu hermana. -Emmi se sobresalta y me mira con desconfianza:

-¿Quién eres?-dice retrocediendo lentamente hacia la puerta.
-Emmi, ¿no me recuerdas? Soy Jack.-por la cara de Emmi pasa una breve sombra de desconcierto, que es rápidamente sustituida por una sonrisa:
-¡Jack!-grita, y me abraza.
SABA
Me despierto por un ruido de pasos y un grito de Emmi que no llego a comprender lo que dice. Viene justo de encima de mí. Comprendo al instante: la habitación del chico de la noche anterior que no quiso decir su nombre. Subo intentando no hacer ruido, pero, al entrar en la habitación del chico, me encuentro, a mi hermana y a él, abrazados. Frunzo el ceño y digo, en voz alta:
-¿Se puede saber a qué viene tanto escándalo?-Emmi advierte mi presencia y me dice, con los ojos brillantes:
-Saba, es Jack.
Le presto más atención al desconocido de ayer. Sí que es Jack. Mi Jack.