AVISO DE SPOILER: esto es de el último día de Percy en el campamento hasta que Hera se lo llevo y lo dejó en la casa del lobo.
ese día tocaba jugar una partida de capturar la bandera. Atenea,
Hermes, Némesis e Hipnos se habían aliado conmigo formando el equipo azul y a
mi me tocaba ser el guardián de la frontera. Otra vez.
Me coloqué en un árbol a las orillas del río y esperé a que
los campistas que iban a coger la bandera del equipo contrario pasaran. Cuando
el último ya se perdía entre los árboles me senté en la raíz del árbol, me
concentré y alcé los brazos. Un enorme muro de agua creció del río impidiendo
el paso a cualquiera que intentara
cruzarlo. Una vez que fue lo suficientemente ancho me recosté contra el tronco
del árbol y saqué la bolsa de pipas de contrabando que los Stoll me habían
conseguido. Pasé así por lo menos un cuarto de hora hasta que noté algo que me
tocó el hombro, me giré para encontrarme solo con los árboles, aunque eso
tampoco me sorprendió demasiado.
-Percy ¿qué estás haciendo?- Me sorprendió bastante que
alguien tan inteligente como Annabeth no se hubiese dado cuenta todavía.
- Me parece obvio, listilla, que estoy vigilando la
frontera.- después de decir la última palabra me comí otra pipa mientras
observaba como Annabeth se quitaba su gorra de los Yankees. Sonrió y se inclinó
para darme un breve beso antes de añadir (como no)
- Sesos de alga.-
Y aunque yo sabía que me lo decía con cariño no pude
resistirme a añadir:
- Sabelotodo.-
Se sentó a mi lado y yo le case un brazo por los hombros
hasta que vimos cascos azules al otro lado de nuestra muralla líquida. Nos
levantamos y abrí un pequeño espacio lo suficientemente grande para que
pudiesen pasar.
Uno de los hermanos de Annabeth pasó por ahí con la bandera
roja y con cabeza de jabalí en la mano, que en cuanto hubo atravesado del todo
la barrera se volvió plateada y con un búho
en el centro.
Dejé caer la barrera y todo el mundo estalló en vitoreos
mientras que los del equipo rojo (sobretodo la cabaña de Ares) me miraban como si quisiesen darme de comer al
Peleo, el dragón que vigilaba el vellocino de oro. Pero, sinceramente no me importó
demasiado. Todos nos fuimos a la hoguera a comer malvaviscos y cantar canciones
de campamento dirigidas por la cabaña de Apolo.
Cuando ya se hizo tarde acompañé a Annabeth hasta su cabaña
y la di un beso de buenas noches.
- Que duermas bien.- La dije
- Eso espero.- aunque lo dijo sonriendo.
Le apreté un poco la mano y después la solté para dirigirme
a mi cabaña con una sonrisa.
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