Lo primero que noto al despertarme es el dulzón olor del
loto. No estoy segura de por que se a que huele el loto, solo se que me resulta
un olor familiar. Me cuesta horrores hasta que consigo abrir los ojos, pero
cuando lo consigo no encuentro mucha cosa.
Estoy tumbada en una cama de madera por los bordes y una
cuerda rasposa con forma de red en el centro, en una habitación de paredes
completamente blancas, vestida con un
vestido blanco que definitivamente no es mío.
Miro por la ventana, un hueco rectangular en la pared, y se
me corta el aliento. A lo lejos, cerca de un desierto, hay una enorme
construcción de piedra llena de relieves. Un templo.
Un flashback acude a mi mente. Yo de pequeña, una niña de
siete años vestida con un vestido de tela vaquera, al lado de una mujer con mi
mismo pelo oscuro, ella iba vestida con unos pantalones caquis de media pierna
y una camisa blanca. La mujer me está explicando que ese templo en el que
estábamos, estaba construido en honor a uno de los dioses más importantes de
Egipto, concretamente a uno con cabeza de Halcón, según lo que la mujer contaba
era el mejor conservado y el segundo más importante.
Solo que el templo que yo estoy contemplando tiene algo
diferente, todo está pintado en colores vivos, no le falta una mínima parte y
no son turistas los que atraviesan sus puertas, son sacerdotes. Me froto los
ojos con fuerza, limpiando todo rastro de sueño, y vuelvo a mirar. Sigue igual
que antes, pero ahora también puedo distinguir un bazar que recorre una calle principal
de la que salen muchas secundarias. Muchos aldeanos regatean en los puestos.
Cierro los ojos y me vuelvo a tumbar.
Oigo la voz de un hombre desde la puerta de la habitación.
- es bonito ¿verdad? Aunque también es demasiado ruidoso.-
Abro los ojos de golpe y le miro aterrada.
-¿Quién es usted?- consigo decir mientras ,despacio, me
levanto.
- El dueño de esta casa, muchacha. Te encontré en la calle,
desmayada y deshidratada. He cuidado de
ti hasta ahora.-
Dedico un momento a mirarle e intentar averiguar sus
intenciones. Tiene el rostro bronceado, probablemente por pasar varias horas
trabajando al So, tiene la cara arrugada, pero aún así tiene unos amables ojos
marrones. Como ve que no le respondo, dice:
- Mi nombre es Josué.-
Él realmente parece tener buena intención. Estrecho la mano
que me tiende y le digo:
-Grace Black.-
Le doy las gracias a Josué y me despide en su puerta. Salgo
dispuesta a conseguir algo de comida o bebida hasta que me doy cuenta de que no
tengo nada para dar a cambio en los puestos. Me encojo de hombros, en este
momento no me acuerdo de donde he venido, pero estoy prácticamente segura de
que a mi madre no le gustaría verme hacer lo que estoy pensando.
Me pillan cuando ya he cogido la tercera manzana. Me había
colgado boca debajo de la ventana baja de una casa de la calle principal donde
un frutero había puesto delante su tenderete. Una mano me agarra del hombro y
me empuja hacia abajo, tirándome al suelo. Mi cadera choca contra la piedra y
un dolor agudo se extiende por mi pierna, pero el hombre del puesto no me da
tiempo para asimilar el golpe, me agarra los hombros y me levanta. Me veo
rodeada por diez hombres como mínimo.
-¿Qué te crees que haces, niña?- Dice el que me ha tirado de
la ventana, su aliento apesta a cerveza de cebada y parece algo borracho.
- ¿Tendremos que cortarte la mano para que aprendas a no
robar?-
Se acercan más a mi y veo que varios de ellos llevan
cuchillos. Uno de ellos me agarra por las muñecas y yo le escupo en la cara.
Ahora a parte del que me sujeta las muñecas también hay uno que me tiene
agarrada por el cuello. Cierro la boca, tengo clara una cosa y es que no pienso
gritar. El cuchillo va bajando hacia mis muñecas…
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