jueves, 27 de junio de 2013

Desérticos



Le estoy pasando un paño húmedo por la frente cuando Edfú abre los ojos.  Seguramente es por la luz de la luna que entra por la ventana, pero cuando los abre y me mira sus ojos parecen plateados. Está tumbado en una cama dentro de una tienda de pieles.
Mientras cargaba  con Edfú se fue haciendo de noche y la temperatura empezó a bajar. Empecé a congelarme y a tiritar. Me parecía que él pesaba cada vez más según avanzaba la noche, aunque yo sabía que era por que me iba cansando y no podría resistir más tiempo. Estaba a punto de derrumbarme en la arena y dejarme morir ahí, en medio del desierto, cuando ellos aparecieron.
Los desérticos.
Gente que vive en el desierto.
Me explicaron que roban al faraón para poder proporcionarles dinero a los ciudadanos que no pueden pagar sus impuestos. Los guardias del faraón  nunca han podido atraparlos, así que son como una especie de leyenda. La voz de Edfú me saca de mis pensamientos.
-¿Me engañan mis ojos o la pequeña gruñona desagradecida de Grace me está cuidando? ¡Qué alguien me pellizque!-
Y yo, le pellizco.
-Au.- exclama, aunque sonríe.
Su ojo derecho tiene un color morado oscuro y parece que sigue sin respira bien, aunque ya puede inspirar aire. Estoy a punto de responderle algo cuando la puerta de la tienda se abre y Jeneret, la líder del campamento, entra acompañada de Saiss, la sanadora del grupo. Aparecen con una pequeña lámpara de aceite y por un pequeño momento me entran ganas de arrebatársela y frotarla, pero se me pasa enseguida. En cuanto aparecen la cara de Edfú de ilumina con una sonrisa de oreja a oreja y tengo la tentación de poner los ojos en blanco. Jeneret y Saiss le devuelven la sonrisa, mientras que la primera pregunta:
-Ya era hora, forastero ¿Cuál es tu nombre?-
Él me mira, seguramente se estará preguntando por que no he dicho quien es. Me encojo de hombros. No confío plenamente en los desérticos aunque hayan sido tan hospitalarios. Nada más llegar me consiguieron agua, alimentos y me dejaron descansar, después de haberme recuperado me enseñaron cada centímetro de su hogar, desde el cobertizo donde guardan todos sus armas hasta la terraza que usan como comedor. Pero esta última semana he aprendido que no hay que confiar en cualquiera. Sin ir más lejos yo no confío en Edfú, simplemente sigo con él  por que me ayudará.
- Me llamo Noclah.-
Le miro, extrañada, pero no digo nada, seguramente tampoco confíe en ellas.
Comprueban que sus heridas están sanando y se vuelven a ir, no sin antes comérselo con los ojos, que asco.
Compruebo que  sus siluetas ya casi no se ven y le pregunto:
-¿Por qué no las has dicho tu nombre?-
Me sonríe, pícaro, y me contesta:
-¿Qué te hace pensar que a ti te lo he dicho?-
Touché.
Entrecierro los ojos. De todas maneras, si me ayuda a conseguir llegar al templo de Isis por mí perfecto.
Me levanto para ir fuera pero Edfú me agarra la mano, yo me giro para mirarlo y dice:
-Ya no llevas el vestido.-
Por supuesto tiene razón. Cuando llegué aquí me proporcionaron ropa nueva, un vestido color arena más cómodo que se me ajusta a la cintura, aunque sigo llevando las mismas sandalias y me he recogido el pelo con tres trenzas que luego se unen en la parte de atrás de mi cabeza.
-Los desérticos me han dado ropa, el otro vestido estaba lleno de sangre.-
Su expresión se vuelve seria de repente.
-Tú sangre.-
Un inoportuno escalofrío me recorre la columna al recordar la sensación de la hoja de un puñal clavado en mi estómago y me acuerdo de que le pegué un par de puñetazos a Edfú.
- Oye, siento lo de ayer, no pensaba que eras tú, de verdad.-
Sus ojos relampaguean un momento y cuando habla lo hace con ira, aunque no está dirigida a mí.
-Ese maldito cocodrilo.-
Le dejo en la tienda farfullando mientras yo salgo fuera para que me de un poco el aire. Me detengo. Me doy cuenta de algo.
Nadie ha dicho nada de un cocodrilo.

Después de pasear un poco el cansancio me puede y vuelvo a la cabaña donde encuentro a Edfú dormido. Saiss tiene razón, sus heridas se están curando, pero muy lentamente.  Me tumbo en un catre que hay a la derecha del suyo y pongo las manos detrás de mi cabeza, mirando al techo. No puedo quitarme de la cabeza las palabras de Kebos <<Eres tú. Tú eres la portadora>> ¿Tiene eso algo que ver con la inscripción de mi collar? Claro que sí ¿Pero, qué? Tengo la cabeza hecha un lío y que no tenga nada con lo que taparme del horroroso frío del desierto no ayuda nada. De repente noto algo que me cubre y me da calor.
Una manta.
Me giro, para ver a Edfú mirarme con una pequeña sonrisa de medio lado. Jeneret ha dejado una pequeña lámpara de aceite en la habitación que emite la luz suficiente para ver que él ahora no tiene nada con lo que cubrirse del frío.
Me levanto despacio, intentando no hacer ruido para no despertar a la gente de las cabañas contiguas y agarro la manta, fina pero calentita y se la vuelvo a poner por encima. Él todavía lleva la ropa del otro día, una camisa y unos pantalones de media pierna raídos por los bordes. Le pongo la manta para que le cubra todo el cuerpo y no pase frío. Noto su mirada sobre mí pero yo no lo miro y vuelvo a mi cama. Después de un momento vuelvo a notar la manta encima de mí y me giro para verle.
- Edfú haz el favor de taparte, tienes que curarte y el frío del desierto por la noche no ayudará.-
Él sonríe, seguramente por que acabo de usar las mismas palabras que él el otro día en el oasis. Vuelvo a coger la manta y estoy a punto de volver a ponérsela por encima pero me agarra por las muñecas. Se ha sentado y me mira fijamente, sus ojos tienen un brillo extraño.
-Grace- Dice- Tápate, ¿Vale? Yo estoy bien.-
- Pero hace frío.- Veo que me va a responder y añado- Y tú todavía estás herido.
-Exacto, yo ya estoy herido, no queremos que tu te constipes y estemos los dos enfermos ¿No?-
En eso tiene razón, pero no voy a dejarle dormir al raso.
-Vamos, Grace, déjalo, duérmete-
Será porque soy una cabezota pero me niego a dejarle ganar.
-No.-
Él suspira, seguramente un poco harto de mí.
-Grace, por favor.-
Me quedo quieta. Edfú nunca me había pedido nada por favor y parece un poco vencido cuando lo dice.
Doy la vuelta a su cama y me tumbo a su lado. Él parece algo alarmado cuando dice:
-¿Grace, que estás haciendo?-
-¿Quieres que me tape con la estúpida manta? Muy bien, me tapo, pero tú también.-
Todavía parece estar flipando, pero se tumba a mi lado y nos cubre a los dos con la manta. Me giro para quedar de espaldas a él y le digo, susurrando pero firme:
-Buenas noches.-
No le veo pero sé que sonríe.
-Buenas noches.-

sábado, 22 de junio de 2013

Kebos



Corro todo recto, pasando una enorme sala de columnas y un par de patios interiores. Si Edfú ha querido entrar solo es por que me está ocultando algo. Todas las paredes están llenas de grabados y cuando paso por delante tengo la extraña sensación de que me observan. Giro a la derecha y veo una puerta de la que sale luz. Me acerco sigilosamente, para que si hay alguien dentro no me descubra.
- Hola, joven ¿Estás buscando algo?-
Me giro todo lo deprisa que puedo para encontrarme cara a cara con un sacerdote.
Lleva una túnica blanca y una piel de cocodrilo sobre los hombros. Sus sandalias también parecen estar hechas de este material. Tiene la cabeza rapada y un collar de lo que parecen dientes. Tiene rasgos afilados, astutos. Pero eso no es lo más inquietante.
Sus ojos.
Sus ojos son solamente verdes, del color del fango. Solo una pupila, parecida a la de un gato pero mucho más fina, ocupa espacio dentro de ese mar verde.
Sonríe y enseña sus dientes, ligeramente afilados.
No respondo, así que vuelve a preguntarme:
-¿Te has perdido?-
Estoy a punto de no contestarme y pirarme de aquí lo más rápido que pueda, pero algo dentro de mí me incita a ser amable con él.
- estoy buscando a un amigo, ha entrado hace un rato.-
Su sonrisa se hace más ancha.
- Sígueme, yo te ayudaré a buscarlo ¿Cómo te llamas?-
- Grace.- Suelto una risita, de repente realmente me agrada la idea de que este desconocido me ayude.
- Yo me llamo Kebos, ven, busquemos a tu amigo.-
Vuelvo a reír. Todo esto es tan tonto, Edfú me había pedido que me quedase quieta ¿Por qué no estoy haciendo eso? ¿Qué sentido tiene ir a buscarle?
Kebos me guía por galerías y pasillos hasta llegar a una sala llena de pequeñas cajas de madera decoradas con el relieve de un río .Él al ver que los estoy mirando, comenta:
-Son cocodrilos momificados.-
-¡Eso es genial!- Exclamo, encantada. ¿Cómo he podido desconfiar de este hombre?
Aunque hay algo que no acaba de cuadrarme.
-Mi amigo no está aquí. Deberíamos seguir buscando.- Me río con ganas ¡Es tan divertido, Edfú no está aquí!
Kebos me sonríe burlón.
-No hay nadie más en el templo en estos momentos. Tu amigo debe de haberse ido ¿Estás segura de que no te has confundido, como se llamaba?-
Le sonrío mientras le respondo.
-Edfú.-
Su sonrisa se desmorona y es sustituida por una mueca cruel. Entonces fija su vista en el colgante que llevo al cuello.
-Eres tú- Suelta algo parecido a un gruñido, ya no me resulta tan agradable.- Tú eres la portadora.- Sus últimas palabras apenas se oyen. Su cara se alarga y se estira adquiriendo la forma de un hocico de cocodrilo. Solo alganzo a hacer una pequeña <o> antes de que se lance hacia mí.
Cruzo los brazos delante de mi cara, impidiendo que me muerda, pero consigue que la cabeza me de vueltas. Cuando vuelve a atacar yo ya estoy más espabilada y consigo esquivarlo antes de que me arranque la cabeza. Antes de que pueda volver a embestir le pego una patada en las piernas y salgo corriendo por los pasillos del templo, intentando encontrar la salida.
Giro hacia la derecha y hacia la izquierda varias veces atravesando corredores todo lo rápido que puedo, pero sigo notando su respiración detrás de mí. Un sudor frío me recorre la frente. Voy a morir comida por un maldito cocodrilo mutante.
Entonces veo la luz. No la luz de cuando te has muerto. Literalmente una luz. La luz de la salida. Ya no noto las piernas, pero hago un último esfuerzo y las hago correr más rápido, provocando punzadas de dolor por todo mi cuerpo.
Cuando ya casi he llegado a la puerta y creo haberlo despistado un cuerpo sale de un pasillo lateral y choca contra mí. Caemos al suelo. Pego codazos y pataleo para quitarme su cuerpo de encima. El cariño por Kebos se ha evaporado, como si nunca hubiese existido.
-¡APARTARE DE MÍ REPTIL ASQUEROSO!
Se levanto y aprovecho para empujarle y darle un fuerte puñetazo en  el estómago y otro en el ojo. Se dobla por la mitad a causa del golpe en el abdomen y yo aprovecho este pequeño lapso para volver a correr hacia la puerta. Cuando creo que tengo una oportunidad para salir de aquí algo me agarra la muñeca y tira de mí hacia atrás y me empuja contra la pared. Mi cabeza choca contra la piedra y cierro los ojos con fuerza, lo último que quiero ver antes de morir es un cocodrilo arrancándome la cabeza. Noto sus brazos apoyándose en la pared, rodeándome, formando una jaula para que no pueda escapar. Está tan cerca de mí que puedo notar su aliento en mi cara. Aunque no huele a sangre, como yo me esperaba, sino a loto. Es bastante irónico que el primer olor que percibo al despertarme sea el último que huela antes de morirme.
No lo veo, pero siento como apoya también los codos en la pared, acortando aún más la distancia entre nosotros. El sudor me pega el pelo al cráneo y mi único pensamiento razonal se dirige hacia si tendré una familia que me echará de menos. Lo dudo.
Trago saliva. Levanto la cabeza, aunque mantengo los ojos fuertemente cerrados. Con satisfacción oigo que respira con dificultad por mi puñetazo en el estómago. Abre la boca…
-Maldita sea, Grace.- Se detiene un momento para respirar.- ¿Pero qué narices te pasa? Me has fastidiado el ojo.-
Suspiro sonoramente, aliviada, y suelto el aire que no me había dado cuenta que contenía.
Es Edfú.
El imbécil de Edfú.
Levanto la rodilla y le pego una patada en la espinilla.
-¡¿Dónde estabas?!- Prácticamente le grito.
Él, ignorándome completamente, arquea la espalda, haciendo que estemos a la misma altura y que su frente se apoye en la mía. Respira profundamente, como si le estuviese costando un gran esfuerzo. Sus ojos brillan más de lo normal. Baja la vista hasta donde yo le he pateado y después vuelve a fijar su mirada en mí. Me produce escalofríos. Le miro en respuesta, intentando que no se note demasiado que el corazón me late diez veces más rápido de lo normal. Lo peor es que no estoy segura de que sea por la carrera de antes.
Con su boca, a unos escasos ocho centímetros de la mía, dice:
-Te mataré mientras duermes, lo sabes ¿Verdad?-
Inspiro hondo.
-No podrás matarme si te mato yo primero, y eso pasará si no te alejas de mí en los próximos tres segundos.-
No me hace caso, por el contrario, acorta el espacio, hasta que solo un pequeño centímetro nos separa. Si inclinase levemente la cabeza ahora, nuestros labios se tocarían.
Estoy a punto de apartarle, pero en el último momento me doy cuenta de que realmente le cuesta mucho respirar. Le hecho un poco hacia atrás y le sujeto los brazos para que no se caiga.
-¿Edfú?-
-¿Si?- Responde, susurrando.
-¿Estás bien?- Nada más preguntarlo me parece obvio.  No está bien, nada bien. Tiene que apoyarse en mi para  o caerse y no respira bien.
Abre la boca para contestarme (Algo sarcástico, seguro), pero en vez de eso se derrumba, apoyando todo su peso en mí. Entonces reparo en la presencia de Kebos, que debe seguir en alguna parte del edificio. En una situación normal gritaría pidiendo ayuda, pero si gritase ahora alertaría de mi presencia al horroroso hombre-cocodrilo, así que salgo, cargada con Edfú, lo más rápido que puedo.

miércoles, 19 de junio de 2013

Deséame suerte

Nota: esta carta es una especie de "añadido" del relato anterior. Una carta que Will le escribió a Emily cuando se encontraba en la guerra, pero que se perdió por el camino y ella nunca recibió. La carta no iba incluida en el relato, ya que ocupaba más de la extensión permitida en el concurso (un folio por las dos caras) pero mis compañeras de clase insistieran en que lo pusiese, así que aquí está.




CARTA PERDIDA DE WILL A EMILY

Querida Emily:
James y yo llevamos en el frente siete meses, y esto es una pesadilla. Cada día parten nuevos soldados desde nuestra base, aún no he visto volver a ninguno. El oficial nos ha permitido a James y a mí quedarnos durante un poco más de tiempo aquí, pero pronto nosotros también desfilaremos contra el bando enemigo y aunque odio tener que admitirlo, estoy asustado Emily, muy asustado. No se que será de mis hermanas y mi madre si no vuelvo, si conseguirán seguir adelante. Con el dinero por alistarme, deberán durar el resto del año, pero después ¿Qué pasará? Sé que las posibilidades de que sobreviva a esta guerra son diminutas y temo por su futuro. Pero también temo por ti. No temo a que mueras de hambre o de frío, se que eres fuerte. Temo a que me olvides. Temo a que, cuando muera, te olvides de que alguna vez existió un William Brown. Tengo miedo al olvido, Emily. En concreto a que tú me olvides. Sé que nunca pensaste en esto, pero no puedo morir sin que lo supieses. Te amo, Em. Te amo desde ese día en el que una chiquilla de pelo castaño y enormes ojos marrones decidió meterse en un lago sin saber nadar. Pero he sido tan estúpido, que no me he dado cuenta hasta que ya no estabas, y lo siento por eso. Sigo teniendo tu lila, que me recuerda a los verdes campos de nuestra casa y que me da esperanzas. Pero te juro que aunque sea lo último que haga, que encontraré una manera de devolvértela, Em, por qué te lo prometí, y si no puedo cumplir una de mis promesas, quiero cumplir esta otra, y por que quiero que sepas que, pase lo que pase, viva o no, te seguiré queriendo y que tú eres mi luz en la tormenta.

Deséame suerte,
Will.


RELATO CONCURSO



Nota: este texto lo presenté a un concurso de mi colegio, no ganó pero quedó de los finalistas. Lo habría subido antes pero en las bases ponía que no podía compartirlo hasta que terminase el concurso. Bueno, espero que os guse.
Es un día de primavera, las flores se abren, los pájaros cantan, el cielo está sin una sola nube y pronto podremos recoger las cosechas de cereales. Pero sin embargo, hoy es un día triste. Nuestros hombres parten hoy a la guerra contra Alemania. Mi amiga Maryse y yo corremos hacia la plaza del pueblo para verlos marchar.
Cuando llegamos nos reunimos ahí con Edward, el hermano pequeño de Maryse, que lleva uno de sus soldaditos de madera preferidos.
- ¡Pero Maryse, yo puedo ir con ellos, soy grande y fuerte!- Empieza a decir.
- Puedes ser todo lo que quieras, pero solo tienes ocho años.- Le responde a su hermano.
- ¡Pero no es justo!- grita mientras patalea el suelo.- ¡James si puede ir!
James es el hermano mayor de Maryse y Edward, que parte hoy.
- ¡James tiene veintitrés años, ya es mayor de edad!- Ella intenta parecer enfadada, pero yo se que está intentando aguantar las lágrimas, por Edward, no quiere que sepa que su hermano tiene muchas posibilidades de no volver a verlos. En los tiempos que se avecinan va a hacer falta tener esperanza.
Los muchachos empiezan a aparecer por el extremo oeste de la plaza y nosotros tenemos que abrirnos paso a base de codazos para poder estar en primera fila y despedirnos.
Cuando podemos ver a James, Maryse corre hacia él y le abraza mientras sus lágrimas mojan el uniforme de su hermano. Edward también lo abraza, mientras yo me quedo un poco apartada.
 Alguien me toca el hombro por detrás y me giro para ver quien ha sido.
Es Will.
Will y yo nos conocemos desde que yo tenía seis años y me metí en un lago sin saber nadar y el me salvó de ahogarme en el fondo del agua. No sabía que él también iba a ir, aunque dadas las circunstancias, es comprensible. Tiene dos hermanas pequeñas. Theresa, de doce años de edad que tiene también los ojos azules de Will y Charlotte, con el pelo tan naranja que cuando mueve su cabecita de siete años parece que alguien le ha prendido fuego. Y también está su madre Cecily, que quedó viuda el año pasado en uno de los inviernos más fríos que el pueblo haya visto jamás.
- ¿Por qué esa cara tan larga, Emily?- Me pregunta él
Lo miro, atónita. Va a meterse de lleno en el campo de batalla ¿Y él me está preguntando qué me pasa?
 No digo nada, pero le abrazo y al cabo de un segundo el también me abraza. Aparentemente está tranquilo, incluso divertido, pero por la tensión de sus hombros y la fuerza con la que me aprieta contra él, se que está aterrado.
Cuando nos separamos noto que tengo las mejillas húmedas.  
- Prométeme que volverás ¿De acuerdo?-
Y totalmente serio, me responde:
- Lo juro.-
Entonces él me quita una lila que he cogido esta mañana de la pradera y que uso para mantenerme el pelo fuera de la cara
- ¡Eh!- le digo, molesta
Me mira y sonríe
- Te la devolveré cuando regrese. Te lo prometo.-
Yo lo miro frunciendo el ceño, pero soy incapaz de enfadarme con él, así que le contesto:
-Vale.-
Le abrazo una vez mas, deseando no soltarlo nunca más, mientras le digo:
-Ten mucho cuidado, y vuelve aquí conmigo.-
Y él, con la cara hundida en mi pelo, me contesta:
-Siempre.-



DIEZ MESES DESPUÉS


La guerra ha terminado y hoy vuelven nuestros soldados. Maryse y yo estamos en la plaza con el resto de la gente esperando su llegada.
Edward, con su diminuto cuerpecito, no ha podido aguantar ni el hambre ni el frío. No pudo tener un funeral en condiciones porque era peligroso salir fuera por las bombas, tuvieron que enterrarlo en su jardín. Y yo se que como James no regrese, Maryse se derrumbará.
 Cuando los soldados empiezan a aparecer por la entrada principal Maryse empieza a apretarme con fuerza la mano. Entonces vemos a James. Tiene algo en la mano, que no acerco a identificar, pero lo aprieta como si su vida estuviese en ese pequeño objeto que debe llevar. Cuando llega a donde estamos no dice nada, se limita a abrazar con fuerza a su hermana. Supongo que alguien ha debido decirle lo de Edward porque no pregunta por él. Pero yo no estoy demasiado atenta a ellos, me he apartado un poco y estiro la cabeza buscando el pelo negro de Will entre la multitud. Alguien me toca en el hombro por detrás y me giro esperando encontrar unos ojos azules tan conocidos para mí como la palma de mi mano, pero sin embargo lo que encuentro son los ojos castaños de James, que me tiende lo que tiene en la mano, mientras me dice:
-Will me hizo prometer que te lo daría, dijo que así al menos podría cumplir una promesa, que era lo único que quería que hiciese por él, que hiciese que su promesa se cumpliera. Fue lo último que alcanzo a decir.- No me mira mientras lo dice, tiene la vista fija en el suelo, como si no tuviese el valor suficiente para mirarme a los ojos en este momento.
Entonces le presto más atención al objeto en la palma que James me tiende. Ahogo un grito mientras las lágrimas empiezan a empañarme la visión.
 Una lila
-






sábado, 15 de junio de 2013

Tonterías



Siento el sol en la cara y abro los ojos. Pestañeo unas cuantas veces antes de adaptarme a la luz. Está amaneciendo y Edfú todavía sigue dormido. Aparto sus brazos, que siguen rodeándome, y observo donde nos encontramos. Entre que la última vez que me desperté era de noche y el estúpido de mi compañero, no había podido fijarme el lugar donde estamos.
Un oasis.
Rodeándonos hay palmeras , el suelo está cubierto por una verde capa de hierba y un poco mas allá hay un lago. Me levanto con mucho cuidado, tratando de no despertar a Edfú. Hemos estado durmiendo directamente encima de la hierba, aunque está nos ha proporcionado un apoyo más suave que es que nos habría dado otra superficie.
Me dirijo hacia el lago, pasando junto a muchas palmeras y plantas tropicales con coloridas flores. Llego a la orilla me quito las sandalias y noto la arena entre mis dedos. Me sumerjo entera en el agua sin quitarme la ropa. Me restriego la piel con las manos para intentar quitarme un poco la suciedad, el polvo y la arena. Hago lo mismo con el vestido para intentar limpiar la enorme mancha de sangre roja que ocupa todo el centro de la tela, sin mucho éxito. Me paso los dedos por el pelo en un intento de desenredarlo y cojo una pequeña y flexible hola de una de las plantas que crecen en la orilla y me lo sujeto por detrás de la cabeza. Cuando termino me despego el vestido ,que se me ha pegado al cuerpo, y me tumbo al Sol para secarme.
El Sol ya está más alto cuando noto a Edfú viniendo hacia mí y sentándose a mi lado.
-Ra ya se alza en el cielo.-
Me giro para mirarle, sorprendida.
-¿En serio te crees es cuento sobre dioses?-
Él no parece enfadado, solo un poco divertido, como si se estuviese riendo de un pequeño chiste que solo él entiende.
-¿Tú no?-
- Me parece una tontería.-
Mira hacia el Sol, con aire nostálgico, cuando dice:
-Ten un poco de fe.-
-¿En qué?- Sé que sueno desesperada, pero me da igual. Me lo permito, estos momentos, para dejar salir mi frustración por la pérdida de memoria en estas dos palabras, desahogándome.
-Ten fe en los dioses, en que nos protejan, en que lo intenten.-
Su intención seguramente es sonar confiado, pero en su tono hay un pequeño atisbo de duda que apenas tengo tiempo de percibir, pues desaparece tan rápido como ha llegado.
Y es ahora cuando me doy cuenta de que el chico que me exige tener fe, carece de ella.


Después de pasar un rato mirando la salida del Sol nos levantamos y empaquetamos todas las pertenencias que tenemos en un saco que Edfú se carga a la espalda. YO llevo en la mano un palo largo que he encontrado en la orilla del lago. No sé porque, pero ya no estoy cansada ni fatigada, me encuentro perfectamente, como si jamás me hubiesen apuñalado.
Andamos por el desierto toda la mañana. Por la posición del Sol puedo suponer que son las dos de la tarde cuando nos detenemos a las orillas de un río. No hay ningún rastro de vida salvo los cultivos, que pronto será inundados por el Nilo. Mi ropa está húmeda por el sudor y me pican los ojos a causa del Sol.
-¿Por qué hemos venido aquí?- Decir esto ya es un esfuerzo para mi, estoy completamente agotada y sedienta.
Él al ver mi incomodidad me da una pequeña cantimplora de pieles para beber. Intento beber poco a poco pero acabo vaciándola con ansia. Se la devuelvo, un poco culpable por haber acabado con su agua. Él la mira, sin ningúna expresión aparente en el rostro.
-Antes de dirigirnos al templo de m…- Para de hablar como si se hubiese dado cuenta de que había dicho algo que no debía.- de Isis, debemos hacer una parada en un templo algo… diferente.-
Lo miro, sin entender.
-¿Algo diferente? ¿Qué templo es?-
-Que templo es, no importa. Tú no vas a entrar.-Su cara es seria y me mira a los ojos cuando habla, como si tratase de advertirme de algo. Pero ¿Qué? ¿Algún peligro? ¿Acaso va a abandonarme aquí? Miro alrededor y comprendo, estamos solos en las orillas del Nilo y los ojos añiles de Edfú tienen el mismo brillo que el que tiene un ciervo cuando le sorprendes en medio del bosque. Edfú en si a mi me parece peligroso, así que lo que debe haber aquí debe ser grave. Por el rabillo del ojo le veo mirar con desconfianza el agua del río.
-Vamos a Kom Ombo ¿No?-
Abre mucho los ojos por la sorpresa, seguramente no esperaba que fuese lo suficientemente inteligente para saber nuestro destino. Para ser sincera yo tampoco me esperaba saberlo, pero ha sido como si una diminuta bombillita dentro de mí se encendiera.
-El tempo de Sobek ¿Por qué es malo?-
A la mente me vienen recuerdos de ese lugar, datos. Está construido en honor a Sobek, el dios cocodrilo, aunque también hay una zona dedicada a Horus. No se de donde aparecen estos datos, simplemente estaban ahí y acabo de recordarlos, como si se me hubiese abierto una puerta dentro de mi cabeza para acceder a ese pequeño recuerdo.
Edfú suspira, vencido, como si hubiese visto la determinación en mis ojos.
-Sobek no es malo, es malvado.-
-¿Cómo vas a saber tú como es?-
-Por que le conozco.- Al instante después de terminar se tapa la boca. No entiendo porque tanto secretismo si al fin y al cabo se supone que va a llevarme a un sitio donde mágicamente me devolverán la memoria.
-¿Cómo vas tú a conocer a un dios?- Trato de no sonar demasiado sarcástica con la palabra “dios” ¿De verdad puede creerse todos esos cuentos?
Tarda un momento en responder y por eso sé que me está mintiendo cuando dice:
-Conozco a algunos de sus sacerdotes principales.-
-¿Y si son tan increíblemente malvados cómo vamos a entrar?-
Parece realmente harto cuando, despacio, me responde:
-Yo. No. Nosotros.- Bocaliza mucho, como si fuese una niña estúpida y no para de señalarme.- Tú. No. Vas. A. Entrar. Conmigo.-
Hago una floritura con las manos, meneo la cabeza y abro mucho la boca al hablar cuando digo:
-Yo. Si. Que. Voy.-
Pone los ojos en blanco y comenta:
-La raza humana es demasiado cargante.-
-Cómo si tú no fueras humano.-
Las comisuras de sus labios se elevan levemente y sé que se está aguantando las ganas de reír. Supongo que me habré puesto toda roja por el enfado y tengo pelos de loca.
Una idea me pasa por la cabeza mientras él recupera la espada de su cinturón.
-De acuerdo.-
-¿De acuerdo qué?-
-Me quedaré esperando fuera, pero no tardes demasiado. Estar sola en la puerta de un templo dedicado a un dios con cabeza de cocodrilo y con sacerdotes malvados no es exactamente mi plan de vacaciones ideal.-
Emite un sonido parecido a un bufido, lo que supongo que significará que está de acuerdo.
Mientras andamos puedo ver por fin el templo del dios del río. MI boca se abre por el asombro. Es una construcción gigantesca, con grandes columnas con dibujos e inscripciones de colores vivos, dos cobras acompañadas por el disco solar reposan encima de la superficie que las columnas sujetan.
Llegamos a sus puertas y levanto la cabeza para contemplar el capitel de las columnas, que imita a las flores de loto. Decoración demasiado bonita para un sitio como este.
Edfú me deja al lado de un relieve en el que aparecen dos hombres, uno con cabeza de halcón y otro con cabeza de cocodrilo no sin antes haberme advertido como siete veces que no me mueva de aquí o me matarán. Este chico es un rayo de Sol.
Cuando sus pasos ya no se oyen, entro en el templo.

lunes, 10 de junio de 2013

Entradas

Hola personitas que leeis el blog :)
Queria deciros que en las semanas del día 26 de junio al 19 de julio estaré en Inglaterra de intercambio (Espero encontrar a Gideon de Villers) y me gustaría saber si las entradas de esas semanas preferiríais que las subiese todas antes de irme o que las programara para que salgan en sus correspondientes días. Esto se debe a que voy a estar tres semanas sin internet (:,( ) y me gustaría tener claro si es mejor publicar todas las entradas a la vez o de poco en poco :/ Si encuentro algún sitio con wifi intentaré conectarme pero no puedo asegurar nada. Comentad por favor ;)

domingo, 9 de junio de 2013

Esperanzas



Hay momentos en las siguientes horas en los que consigo abrir los ojos, pero solo puedo distinguir formas distorsionadas y voces. Distingo la de Edfú, que habla con una mujer con una voz melosa que no distingo. Otra de las veces que estoy consciente no puedo abrir los ojos por que me pesan demasiado, pero si que noto una presencia reconfortante y tranquilizadora que cuida de mi y me siento más tranquila hasta que el sueño puede conmigo.
Cuando finalmente sé que estoy completamente despierta abro los ojos. Noto algo que me presiona suavemente el estómago, como si tuviese algo encima que me rodea también la cintura. Bajo la vista para descubrir un brazo posado encima de mi con delicadeza. El corazón empieza a latirme con más fuerza ¿Qué pasa si al final ese asqueroso de Bahari ha conseguido atraparme? Desecho esa idea. Si el brazo que me rodea la cintura fuese de Bahari pesaría bastante más y no estaría amarrándome de una manera tan suave. El brazo está ligeramente bronceado y algo musculoso. Tiene la muñeca delgada y las uñas cortas y limpias, sus dedos son largos y finos.
Espera.
Yo he visto esas manos antes.
Edfú.
Giro la cabeza hacia la izquierda. Su cara está a diez centímetros escasos de la mía. Sus ojos están cerrados y su pecho, dónde no me había dado cuenta antes de que apoyo la cabeza, sube y baja a un ritmo constante.
Levanto la cabeza de golpe, alarmada.
- ¡¿Por qué narices me estás abrazando!?-
Levanta tan bruscamente la cabeza que su frente choca con la mía, aunque a pesar del dolor puedo seguir sintiendo que su brazo no se ha movido de donde estaba.
-¿Qué?- Pregunta, todavía un poco adormilado.
-Por que. Me. Estás. Abrazando.- Le exijo que me conteste.
Él mira hacia su brazo en mi cintura, pero no lo mueve.
Sonríe ligeramente con suficiencia.
-Bueno, tú no eres precisamente inocente.-
- ¡¿Quéééé!?- Pregunto atónita. Ahora no será capaz de echarme a mí la culpa…
Abre un poco más los ojos y levanta una ceja.
- Eres tú la que está encima de mí, para empezar.-
Me levanto de golpe, pero nada más separarme de Edfú me mareo y vuelvo a caer al suelo. Se vuelve a acercar a mí y me rodea con su brazo de nuevo. Intento apartarlo, pero me sujeta con fuerza contra él.
- Estate quieta, tienes que terminar de curarte.- Replica, algo molesto.
- ¿Y que me abraces va a acelerar el proceso?- Pregunto yo, también molesta
Me mira como si fuese la cosa más idiota que hay a existido jamás y sé que tiene la tentación de poner los ojos en blanco.
- Tu herida tiene que sanar para mañana y el frío del desierto por la noche no ayudaría.-
Le miro entrecerrando los ojos, pensando para qué narices necesita que mañana esté sana. Como si me estuviese leyendo el pensamiento, añade:
- Te voy a llevar al templo de Philae, ahí podrán devolverte la memoria.-
Le miro, asombrada. ¿Va a ayudarme? parece que es su intención. Derepente no me parece tan mala idea  que se quede conmigo y me guíe por estas tierras desconocidas.
Pero aún así sigue sin gustarme el detalle de dormir los dos juntitos, parece tener buenas intenciones pero nunca se sabe.
-¿Cómo se supone que dormir contigo va a evitar “el frío del desierto por la noche.” – No puedo evitar dibujar unas comillas en el aire al decir esto último.
Vuelve a levantar una ceja y, como si fuese obvio, dice:
- Es que mi perfección irradia calor. Ahora, duerme.-
Decido que no merece la pena y que ya discutiré con él mañana y me vuelvo a apoyar en su pecho. Ahora me está rodeando con los dos brazos de forma que parece que me está abrazando. Miro al frente y le digo:
- Que conste que estoy durmiendo así contigo porque tengo que curarme.-
Suelta una débil risita y responde:
-Oh, vamos, si sé que lo estás disfrutando.-
Le pego un codazo en las costillas mientras ríe más alto y después vuelvo a cerrar los ojos, por que aunque seguramente he estado bastantes horas dormida todavía me siento fatigada.
Esta noche no tengo pesadillas.

lunes, 3 de junio de 2013

Identidad



Cuando sé con certeza que está completamente dormido, abro los ojos y me levanto. Empiezo a palpar la pared en busca de cualquier signo de algo como un picaporte. Pasa el tiempo y el miedo de que el chico se levante va creciendo. Mis dedos tocan una hendidura, no lo suficientemente grande para que sea una abertura. Me esfuerzo en intentar quitar toda la arena reseca que hay pegada a la pared, cuando termino puedo ver que lo que había tocado antes era un grabado que forma parte de un dibujo en la pared. Es un ojo, rodeado con Kohl. Conozco este símbolo de antes aunque no se donde lo aprendí, es el ojo de Horus, un poderoso símbolo egipcio.

Por un auto reflejo me llevo la mano al cuello. Una cadenita cuelga de el, y de ella pende un colgante con el mismo símbolo que hay en la pared. No había notado antes que lo llevaba. Me paso el collar por el cuello y lo apoyo en la palma de mi mano y lo observo durante un momento. Si, definitivamente es el mismo símbolo, así que si debo tener alguna relación con este sitio. Le doy la vuelta y descubro unas pequeñas letras en jeroglíficos

Que los dioses te protejan, portadora del Horus.

No le doy demasiada importancia, estando en el mercado vi muchos amuletos con inscripciones y al vivir aquí supongo que será normal saber leer jeroglíficos.

Paso levemente los dedos por el colgante. Por un impulso repentino empujo el centro de la pupila de ojo de la pared. Silenciosamente, la pared se va desplazando hacia un lado dejándome un pequeño pasillo hacia fuera.

- Solo yo puedo abrir la puerta- Me burlo en susurros. Inocente criatura.

Salgo al callejón por el que me ha traído antes. Corro todo lo que puedo intentando alejarme lo más posible de ese lugar. Giro  por un montón de callejones, cruzándome con herrerías y puestos de pescado o cereales ya cerrados. Solo la luna, ya bien alta en el cielo, alumbra mi camino hasta las afueras del pueblo cuando de repente veo una figura en medio del camino que me hace detenerme.

No.

No puede ser.

- Sabes, cuando alguien te acoge para que no duermas en la calle es de mala educación escapar mientras duerme.

Sus ojos azules se ven plateados por la noche y el viento mueve ligeramente su pelo negro.

- También es de mala educación encerrar a  alguien sin siquiera decirle su nombre.- Respondo mientras cruzo los brazos sobre el pecho.

- Si eso es lo que esperas que haga, espera sentada.- dice él, cruzándose también de brazos

Me giro completamente dejándolo de espaldas y empiezo a caminar. Llevo unos cuantos metros cuando le oigo decir:

- Edfú. Mi nombre es Edfú.

Me giro para verle la cara mientras intento no reírme. Edfú? ¿Qué clase de nombre es Edfú? Pero aún así consigo mantenerme lo suficientemente seria para decirle:

- Yo me llamo Grace.

Una voz surge desde las sobras de una tienda cerrada

- Y yo me llamo Bahari, ahora que somos amigos ya puedo asaltaros.

Edfú y yo nos giramos en redondo para descubrir a un hombre de aproximadamente cuarenta y cinco años con una barriga enorme y un sable del tamaño de mi brazo. Su ropa está llena de manchas de grasa y se nota claramente que hace semanas que no se afeita ni se ducha, apesta a pescado podrido y lodo. Por el rabillo del ojo veo a Edfú poner una postura defensiva a mi lado

- Atrévete bandido grasiento.- Contesta a modo de respuesta.

El aludido se ríe, haciendo temblar todos los pliegues de grasa de su  ancho cuello. Por alguna razón el comentario de Edfú de debe de hacer mucha gracia.

- Pero mira quien está aquí, el pequeño Edfú, desarmado, y su novia, demasiado incompetente para poder infligir algún daño a alguien que no sea ella misma.

En este momento podría haber soltado algo ingenioso y ofensivo si tuviese la mente despejada, pero como no la tengo solo alcanzo a decir:

- ¡Él no es mi novio!-

Gasta un momento en mirarme de arriba abajo entrecerrando los ojos, hasta que por su rostro se extiende una asquerosa sonrisa, para luego decir:

- Mucho mejor, así podrás quedarte conmigo.- Gira los ojos para ver a Edfú.- Últimamente me siento muy solo.- Su sonrisa se extiende, mostrando sus dientes, todos completamente podridos.

Estoy barajando la posibilidad de tirarle el vómito que siento en la garganta y salir corriendo de aquí cuando siento un fuerte calor que proviene de mi derecha y giro la cabeza para ver a Edfú completamente relajado y con una media sonrisa en la cara. Estoy prácticamente segura de que si sus pantalones tuviesen bolsillos sus manos se encontrarían allí. Parece muy seguro de si mismo, cuando de entre los demás rincones oscuros acuden más hombres que se unen a Bahari.

- ¿Y ahora que dices, joven rebelde? ¿Sigues tan seguro de tus posibilidades ahora?

Cuento ocho hombres como mínimo. Al mirarlo ahora, Edfú sigue en su posición relajada, pero sus hombros están en tensión y sus ojos se han vuelto fríos y calculadores. Al bajar un poco más la mirada me doy cuenta de que en su mano izquierda sujeta una espada curva que antes no llevaba. Sin darnos demasiado tiempo para reaccionar, se lanzan hacía nosotros.

Edfú empieza luchando contra cinco de ellos y después de un par de minutos observándolo me doy cuenta de que es él el que va ganando. No puedo seguir observando su lucha, porque un hombre de piel oscura armado con una daga viene hacía mí. Intenta apuñalarme una vez, pero para mi sorpresa consigo apartarme a tiempo solo con una rasgadura en el vestido. Hace un movimiento para rebanarme el cuello cuando su boca se abre y empieza a escupir sangre. Después de unos segundos cae hacia delante y puedo ver a Edfú detrás suyo limpiando la sangre de su espada con un trozo de camisa de otro de los hombres a los que ha vencido. Tiene un brillo casi loco en los ojos y doy un paso hacia atrás alejándome.

Él se da cuenta del gesto y pregunta, casi con desesperación:

- ¿estás bien, te ha herido?

- Estoy perfectamente, solo me ha rasgado el vest…

Pero no puedo terminar porque de repente noto un dolor en estómago y cuando bajo la mirada veo la parte delantera de una daga larga sobresaliendo de mi abdomen.

Caigo de rodillas y la vista se me tiñe de rojo. Siento calor, mucho calor y entonces frío. Tengo las manos encima del estómago y puedo notar como una enorme mancha de sangre se va extendiendo por el vestido que Josué me ha dado.

Mis piernas ya no me sostienen y me caigo contra en suelo mientras mis ojos se cierran.