Nota: este texto lo presenté a un concurso de mi colegio, no ganó pero quedó de los finalistas. Lo habría subido antes pero en las bases ponía que no podía compartirlo hasta que terminase el concurso. Bueno, espero que os guse.
Es un día de primavera, las
flores se abren, los pájaros cantan, el cielo está sin una sola nube y pronto
podremos recoger las cosechas de cereales. Pero sin embargo, hoy es un día
triste. Nuestros hombres parten hoy a la guerra contra Alemania. Mi amiga Maryse
y yo corremos hacia la plaza del pueblo para verlos marchar.
Cuando llegamos nos reunimos ahí
con Edward, el hermano pequeño de Maryse, que lleva uno de sus soldaditos de
madera preferidos.
- ¡Pero Maryse, yo puedo ir con
ellos, soy grande y fuerte!- Empieza a decir.
- Puedes ser todo lo que quieras,
pero solo tienes ocho años.- Le responde a su hermano.
- ¡Pero no es justo!- grita
mientras patalea el suelo.- ¡James si puede ir!
James es el hermano mayor de
Maryse y Edward, que parte hoy.
- ¡James tiene veintitrés años,
ya es mayor de edad!- Ella intenta parecer enfadada, pero yo se que está
intentando aguantar las lágrimas, por Edward, no quiere que sepa que su hermano
tiene muchas posibilidades de no volver a verlos. En los tiempos que se
avecinan va a hacer falta tener esperanza.
Los muchachos empiezan a aparecer
por el extremo oeste de la plaza y nosotros tenemos que abrirnos paso a base de
codazos para poder estar en primera fila y despedirnos.
Cuando podemos ver a James,
Maryse corre hacia él y le abraza mientras sus lágrimas mojan el uniforme de su
hermano. Edward también lo abraza, mientras yo me quedo un poco apartada.
Alguien me toca el hombro por detrás y me giro
para ver quien ha sido.
Es Will.
Will y yo nos conocemos desde que
yo tenía seis años y me metí en un lago sin saber nadar y el me salvó de
ahogarme en el fondo del agua. No sabía que él también iba a ir, aunque dadas
las circunstancias, es comprensible. Tiene dos hermanas pequeñas. Theresa, de
doce años de edad que tiene también los ojos azules de Will y Charlotte, con el
pelo tan naranja que cuando mueve su cabecita de siete años parece que alguien
le ha prendido fuego. Y también está su madre Cecily, que quedó viuda el año
pasado en uno de los inviernos más fríos que el pueblo haya visto jamás.
- ¿Por qué esa cara tan larga,
Emily?- Me pregunta él
Lo miro, atónita. Va a meterse de
lleno en el campo de batalla ¿Y él me está preguntando qué me pasa?
No digo nada, pero le abrazo y al cabo de un
segundo el también me abraza. Aparentemente está tranquilo, incluso divertido,
pero por la tensión de sus hombros y la fuerza con la que me aprieta contra él,
se que está aterrado.
Cuando nos separamos noto que
tengo las mejillas húmedas.
- Prométeme que volverás ¿De
acuerdo?-
Y totalmente serio, me responde:
- Lo juro.-
Entonces él me quita una lila que
he cogido esta mañana de la pradera y que uso para mantenerme el pelo fuera de
la cara
- ¡Eh!- le digo, molesta
Me mira y sonríe
- Te la devolveré cuando regrese.
Te lo prometo.-
Yo lo miro frunciendo el ceño,
pero soy incapaz de enfadarme con él, así que le contesto:
-Vale.-
Le abrazo una vez mas, deseando
no soltarlo nunca más, mientras le digo:
-Ten mucho cuidado, y vuelve aquí
conmigo.-
Y él, con la cara hundida en mi
pelo, me contesta:
-Siempre.-
DIEZ MESES DESPUÉS
La guerra ha terminado y hoy
vuelven nuestros soldados. Maryse y yo estamos en la plaza con el resto de la
gente esperando su llegada.
Edward, con su diminuto
cuerpecito, no ha podido aguantar ni el hambre ni el frío. No pudo tener un
funeral en condiciones porque era peligroso salir fuera por las bombas,
tuvieron que enterrarlo en su jardín. Y yo se que como James no regrese, Maryse
se derrumbará.
Cuando los soldados empiezan a aparecer por la
entrada principal Maryse empieza a apretarme con fuerza la mano. Entonces vemos
a James. Tiene algo en la mano, que no acerco a identificar, pero lo aprieta
como si su vida estuviese en ese pequeño objeto que debe llevar. Cuando llega a
donde estamos no dice nada, se limita a abrazar con fuerza a su hermana.
Supongo que alguien ha debido decirle lo de Edward porque no pregunta por él.
Pero yo no estoy demasiado atenta a ellos, me he apartado un poco y estiro la
cabeza buscando el pelo negro de Will entre la multitud. Alguien me toca en el
hombro por detrás y me giro esperando encontrar unos ojos azules tan conocidos
para mí como la palma de mi mano, pero sin embargo lo que encuentro son los
ojos castaños de James, que me tiende lo que tiene en la mano, mientras me
dice:
-Will me hizo prometer que te lo
daría, dijo que así al menos podría cumplir una promesa, que era lo único que
quería que hiciese por él, que hiciese que su promesa se cumpliera. Fue lo
último que alcanzo a decir.- No me mira mientras lo dice, tiene la vista fija
en el suelo, como si no tuviese el valor suficiente para mirarme a los ojos en
este momento.
Entonces le presto más atención
al objeto en la palma que James me tiende. Ahogo un grito mientras las lágrimas
empiezan a empañarme la visión.
Una lila
-
Como molaaaaaaaaaaa¡¡¡¡¡¡¡¡
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